Ha llegado
el otoño, y con él la vuelta a la rutina tras el lento desperezarse
del verano. Atrás quedaron los chiringuitos, las chanclas y los
bañadores. En las redes se comentan los imprescindibles de la rentrée, y
los editores se devanan los sesos intentando escribir textos que
sean representativos de sus libros, que convenzan a los lectores y
a los libreros de que ésas, y no otras, son las obras que hay que
leer en las semanas venideras. Hay poco espacio, y mucho que decir,
en este maremágnum. Y al final, inevitablemente, siempre nos
inclinamos por agasajar este o aquel título, y casi nos sentimos
culpables por no haber sabido otorgarle al resto el protagonismo
que indudablemente merece. Porque si bien un hilo invisible hermana
todas las lecturas que hemos escogido con esmero para estos meses,
cada una de ellas constituye un fabuloso universo de pasiones y
derrotas.
Y en esta ocasión, por imposible que parezca, la dificultad a la
que nos enfrentamos es incluso mayor. Porque el repertorio
sextopisiano para la estación de cambio es de los que dejan sin
habla. Mundos desquiciantes, seres extraviados, amores
inalcanzables, sociedades amnésicas y destruidas, vidas
fragmentadas y ruinosas pueblan las páginas que habitamos estos
días. Y sin embargo, cuánta vida, cuánta hermosura florece de los
escombros que hemos apilado.
«El otoño es la estación preferida de los conversos», dijo en una
ocasión Álvaro Mutis. Y también es la nuestra. Nosotros ya nos
hemos convertido, y ahora os invitamos a hacerlo a vosotros. Sí,
convertíos, creed y convertíos. Porque en Sexto Piso os estamos
esperando con los brazos bien abiertos.
EL EQUIPO DE SEXTO PISO
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