"Somos una generación literaria intermedia", dijo Luis Sepúlveda, "que tuvo unos padres cansados de guerras, de holocausto. Somos unos sobrevivientes pero seguimos escribiendo, como también lo hacemos para los que mataron en la guerrilla: Urondo, Walsh y tantos otros".
"Somos la generación sándwich", continuó Delgado Aparaín, "cuando nacimos, ya todo estaba cocinado. Cuando yo me estaba formando en la literatura no estaban Benedetti, Idea Vilariño o Juan Carlos Onetti; ya no podía escucharlos hablar como se hacía aquí en la tertulias del Café Gijón. Nos criamos a la luz del Mayo francés, de la guerra del Vietnam, de Los Beatles, de la Revolución Cubana, y todo eso nos dio más una impresión soñada de aquel momento. Ha sido también la generación que ha visto morir la escritura de cartas, un antiguo ritual de comunicación, y a pesar de la carga académica que hemos tenido hemos sido incapaces de decir a nuestro prójimo más próximo, te quiero". Ambos reivindicaron la ética como actitud permanente, la amistad, el placer de la literatura y la alegría creadora.
Y ambos se volvieron a encontrar en VivAmérica para leer algún pasaje del libro escrito a cuatro manos: Los peores cuentos de los hermanos Grim, "con un sola m porque estos eran dos mellizos de la Patagonia que iban cantando por los pueblos, muy mal por cierto", explicó Sepúlveda.