ENTREVISTA
A ALBERTO CHIMAL para la revista Literaturas
Eduardo
Cruz Acillona
Alberto
Chimal (Toluca, Mexico, 1970) ganó el Premio Nacional de Cuento por su libro Estos son los
días (2004) y el Premio Colima por Mundo
fuego (2013) Ha publicado cuento, ensayo
y novela. En la actualidad reside en Ciudad de Mexico, donde es profesor de
Literatura y Escritura Creativa. Acaba de presentar en España su colección de
cuentos “Los atacantes” (Ed. Páginas de Espuma)
1-.
Hubo un tiempo en que el término “los atacantes” se asociaba a la ciencia
ficción, a extraños seres venidos de lejanas galaxias con no precisamente
buenas intenciones. ¿Quiénes son sus “atacantes”?
De alguna manera, podrían ser
extraterrestres, podrían ser la alucinación de una mujer muy trastornada pero,
en cualquier caso, mis “atacantes” son los seres que utilizan el poder sin
restricciones, sin cortapisas y que atacan a quien sea con total impunidad y se
mueven en el mundo sin que nadie pueda detenerlos. La atmósfera que yo quería
darle a este libro era la del desasosiego, el desamparo, la impotencia ante tal
impunidad, que de algún modo es la que disfrutan más de un representante de
organizaciones políticas o de cárteles criminales en la actualidad.
2-.
¿Por qué la violencia como hilo conductor o seña de identidad de estos relatos?
Me atrae y, al mismo tiempo, me repele
la violencia. Lo que pasa es que los cuentos los escribí en un ambiente en el
cual la violencia nos rodeaba a todos allá en mi país, a partir de lo que
ocurría en las calles y leía en los medios. Además es, por desgracia, una
violencia muy constante, muy omnipresente, en la que a veces parece que no hay
más opción que acostumbrarse. Es esa sensación de desasosiego, de
desvalimiento. Es una violencia integrada en la vida cotidiana y entra dentro
de la normalidad, de lo que se espera, y eso es algo muy triste y una
consecuencia monstruosa de mucho de lo malo que está pasando por allá ahora.
Recuerdo un amigo hablando por teléfono que se ausentó un momento de la línea
y, al volver, se excusó diciendo que los niños estaban jugando en el piso de
abajo, que se había producido una balasera (tiroteo) en la calle y los había
traído arriba. Y lo decía con absoluta normalidad… A eso me refiero.
3-.
Creo que el relato “Aquí se entiende todo” explica muy bien ese mensaje. Sería,
si me permite el atrevimiento, la declaración de intenciones de esta colección
de relatos. Me llama la atención que no ocupe el primer o último lugar en el
orden de los relatos publicados, sino justo el lugar central. ¿Fue algo
premeditado?
Sí, es algo deliberado. Sí que hay, si
no una declaración de principios, ciertas claves y está en medio por juego,
creo yo. Me gusta mucho jugar con el ordenamiento de los cuentos, con el índice
de los libros. Este es un libro muy directo, en el cual hay mucha tensión en
las tramas, en el desarrollo de los personajes y mucho de jugar con la simetría
de los textos. Por eso veo natural que un texto que es significativo entre los
demás ocupe el lugar del centro de todos ellos.
4-.
¿Contar la violencia, ya sea en ficción o en realidad, es un antídoto contra la
propia violencia?
No exactamente, porque la literatura
no sirve como antídoto directo contra ninguno de los males que denuncia, Si
acaso, puede servir como influencia indirecta, como estímulo para la acción o
la reflexión. Sí que hay una intención por mi parte de tratar de visibilizar
ciertas sensaciones, ciertos estados de ánimo que me parecen muy propios de
esta época presente. Y sí hay, también, la idea de que esto que está ocurriendo
pasa como invisible a nuestros ojos, no lo vemos. Y lo que puede hacer la
literatura es volverlo visible otra vez a la hora de representarlo de otra
manera. Esta sensación de impotencia que se vive, y que se hace viral, frases
como “no hay nada que hacer” o esa frase que he escuchado mucho en los últimos
meses a algunos de mis colegas: “no le veo salida”… Y no pasar de ahí creo que
es perjudicial. En ese sentido, un libro como este quiere darle la vuelta a esa
inacción, a esa sensación de parálisis.
5-.
Hoy en día tenemos acceso a cámaras individuales y personales, smartphones
conectados con el mundo, redes sociales, nuevas tecnologías para la
comunicación… ¿Hemos desbordado las predicciones del “1984” de Orwell?
Yo creo que sí. Incluso la forma en la
cual se ha trastocado o distorsionado el conjunto de ideas que nos dio Orwell
en esa novela es muy representativo de nuestra época. Por ejemplo, el programa
Gran Hermano, que tanto éxito ha tenido,
era la reversión de la novela de Orwell, la vigilancia como placer… Creo
que hemos construido un estado con ciertos tintes de totalitarismos que
probablemente no veríamos ahora de no haber sido por la obra de Orwell, pero
que él no tenía manera de prever. Porque parte de lo que él hizo fue introducir
en el pensamiento contemporáneo estas nociones que después otros han
aprovechado, distorsionado, utilizado para sus propios fines.
6-,
Recientemente se ha publicado en España una antología de escritores mexicanos menores
de 40 años en la que se resalta el concepto de “No generación”: no hay un
elemento común entre ellos salvo la edad. Usted, que ya ha superado esa
barrera, ¿se reconoce dentro de alguna generación concreta?
Yo creo que el concepto de generación
es un concepto que se ha visto muy distorsionado, del que se ha abusado mucho.
Porque, por una parte, es difícil acabar de agrupar a autores de un tiempo que
es muy accidentado, muy cambiante y en el cual lo que parecían grandes
tendencias hace diez o quince años resulta que ya hoy no tienen ninguna
validez, porque hay una serie de cambios, sobre todo entre 1995 y 2012 o 2013,
el cambio de siglo, propiamente, que son tremendos: desde el auge de Internet,
el del terrorismo profesional, que allí estaba pero que se volvió más visible a
partir de 2001... Por otra parte, está el problema de la mercantilización del
término “generación”, que se utiliza más que para reconocer ciertos rasgos para
vender a ciertos autores. Por eso desconfío yo mucho de ese término. Creo que
por edad me tendría que haber tocado estar entre cierto grupo de escritores,
para decirlo claro, que ya está prácticamente extinto, aquellos que no lograron
remontar el cambio de siglo que te comentaba, pero a mí me salvó, como a otros,
que tenía intereses muy diferentes a los de mis contemporáneos, y ahora creo
que me siento más cercano a algunos autores que empezaron un poco antes o un
poco después, que siguieron caminos muy diferentes, pero con los cuales no es
que haya una cercanía constante pero sí una convergencia de intereses, de
temas, de ideas. Algunos de ellos están en Mexico, a otros únicamente los he
leído, pero noto que hay ciertos libros aquí (en Europa) y allá, que tienen
elementos que a mí me interesan y que me resultan muy cercanos. Por eso hablo
más de convergencia que de generación.
7-.
Por último, una curiosidad. ¿Usted tapa el visor de la cámara de su
portátil?...
¿Taparlo?... ¿El visor de la cámara?... No se me ha
ocurrido nunca… ¿Por qué? ¿Por los
famosos programas agresivos o por qué?...
Bueno,
los hackers sostienen que esa es la manera más fácil de espiarnos cuando
estamos conectados a redes wifi…
Vaya… Ahora voy a empezar a hacerlo y
va a ser tu culpa… No se me había ocurrido… Qué horror… (Ríe)… Hace unas
semanas salió un reportaje sobre un documento en el que se hablaba de cierto
número de programas de acceso bastante fácil para quien los utiliza y con los
cuales se puede hacer ciertas labores de espionaje en un móvil cualquiera:
encender la cámara, copiar la memoria, sacar las imágenes, encender el
micrófono para escuchar tus conversaciones y localizar el aparato con
precisión, etc… Debería haber pensado en todo eso…
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