Tïtulo: La vida de un hombre inútil
Autor:
Maxim Gorki
Traductor:
Enrique Moya Carrión
Número de
páginas: 280
PVP: 21,00
€
ISBN: 978-84-15509-20-2
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Alekséi Maksímovich Péshkov, «Maksim Gorki» (Imperio Ruso
1868 – URSS 1936) es una de las grandes figuras de la literatura rusa.
Huérfano desde muy temprana edad, durante su juventud recorrió Rusia
desempeñando trabajos de toda índole, algo que le permitió adquirir una
particular comprensión del espíritu de su época y de su país. Más
adelante, obras como Los
bajos fondos o La
madre, lo convertirían en el «amargo» portavoz de las
nuevas ideas que hervían en lo más profundo de la sociedad rusa. Gorki
mantuvo una extraña relación con las estructuras de poder de la nueva
URSS, que lo condujeron desde el activismo de su juventud al exilio en
Capri y, finalmente, a retornar «triunfalmente» a la patria, su última
jaula de oro de la que ya nunca podría escapar. Infancia, Por el mundo y Mis universidades,
ya publicados en Automática, constituyen su trilogía autobiográfica; y
junto a La vida de
un hombre inútil, ofrecen un relato crudo y veraz que nos
permite asomarnos a un mundo convulso a las puertas de la revolución,
en el que la brutalidad y la belleza se entremezclan hasta el extremo
de llegar a confundirse.
Próximamente en Automática:
- La cábala, Thornton Wilder
- En busca de
un pájaro azul, Joseph Wechsberg
- Moscú 2042,
Vladimir Voinóvich
Contacto: Lucía Barahona
lucia@automaticaeditorial.com
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LA VIDA DE UN HOMBRE INÚTIL
Gorki y la revolución
de 1905
«—De la igualdad de las personas
hablan… los idiotas. Y los embaucadores: la nobleza y los canallas. El
noble predica la igualdad porque es un mezquino impotente que no es
capaz de hacer nada por sí mismo. Tú eres un hombre igual que yo, obra
de tal modo que yo pueda vivir mejor: he ahí la teoría de la
igualdad...».
SINOPSIS:
La vida de Yevséi Klimkov nunca ha sido fácil; huérfano y enfermizo,
siempre se ha mantenido alejado del mundo, abriéndose camino, poco a
poco, por los bajos fondos de la dura Rusia zarista, donde pronto será
utilizado como espía por la policía del régimen. Con el paso del
tiempo, Yevséi encontrará sus primeros amigos y entrará en contacto con
algunas de las ideas revolucionarias que desafían la opresión ejercida
por el sistema. Todo ello lo precipitará a la mayor crisis de su vida,
una crisis que discurre paralela a la insurrección de 1905 y su
terrible represión.
Maksim Gorki comenzó a escribir La vida de un hombre inútil en 1907,
dos años después del Domingo Sangriento y de la revuelta armada que lo
siguió. La novela estuvo prohibida en la época zarista, y no fue
publicada hasta 1917, aunque incluso los bolcheviques solo permitieron
que viera la luz una versión expurgada de la misma. El libro supone una
descripción magníficamente conseguida de aquellos años previos a la
Revolución de Octubre.
El título no puede ser más acertado: a través de los ojos del joven y
sumiso Yevséi Klimkov, el autor nos conduce por entre las distintas
facciones que dan forma al turbulento clima de la Rusia de principios
del siglo XX. El carácter marcadamente débil del protagonista lo lleva
a convertirse en marioneta de unos y otros; destaca particularmente el
retrato que Gorki nos ofrece de la policía secreta del Zar: la
Ojrana.
La amplísima galería de personajes, el acertado tratamiento de temas
tan dolorosos y peligrosos como el miedo, la cobardía, la traición...
y, como no podía ser de otra manera tratándose de Gorki, el profundo
afecto con el que describe al sencillo hombre ruso, sus pesares y
alegrías, son entretejidos con maestría en esta historia, que pudo
haber sido la de muchos seres individuales sin más opción que complacer
a quien ostentara el poder. Aun así, la postura del autor es clara, y a
medida que avanza el hilo argumental, el cariño o la pena que hayamos
podido sentir hacia Klimkov se torna irritación y dura crítica contra
aquellos que lo ceden todo ante la coacción de un sistema fundamentado
en la injusticia.
«Llegaron unos días
inimaginablemente terribles, de fábula: la gente dejó de trabajar y la
vida cotidiana, que durante tanto tiempo había sometido a todos a su
juego cruel e inútil, se detuvo de pronto, se paralizó, como
aprisionada por un férreo brazo. Los obreros privaron a la ciudad —su
patrón— de pan, luz y agua, y algunas noches esta se erigía en la
oscuridad hambrienta, sedienta, taciturna y ofendida. Durante aquellas
oscuras y humillantes noches, el pueblo obrero marchaba por las calles
entre cantos, con una infantil expresión de alegría en sus ojos: por
primera vez las personas veían con claridad su fuerza y ellas mismas se
maravillaban de su importancia.»
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