Poeta místico encerrado en la sempiterna contemplación de las armonías invisibles y su criptografía, despiadado polemista (entre la delicadeza y la furia), antimoderno (en el sentido que le da Antoine Compagnon) y profundamente antiburgués, Léon Bloy empezó a escribir en 1900 esta Exégesis de los lugares comunes, que continuó en 1913 con una segunda entrega. Su objetivo final era retratar a «los imbéciles, lamentables y definitivamente idiotas de este siglo». De lectura feliz, singularmente rotundo e invectivo, el libro diseca una colección de frases hechas que atestiguan tanto su vaciedad estricta como la de quien las formula. Un retrato inmisericorde hecho por quien-en palabras de Remy de Gourmont-fue uno de los mejores creadores de imágenes que haya dado el mundo.
Léon Bloy (1846-1917), panfletario y romántico, nació en el Périgueux el 11 de julio de 1846. Su padre fue masón volteriano y su madre católica devota. En 1867 se trasladó a París. Entre sus obras destacan Le Désespéré (1886), Le Salut par les juifs (1892), Histoires désobligeantes (1894) y el libro que hoy presentamos, de 1902, con una nueva serie de 1913. Próximamente aparecerá en Acantilado una amplia selección de sus Diarios.
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