EN MOVIMIENTO
Autor.- Oliver Sacks.
Editorial.- Anagrama.
Traducción.- Damià Alou.
Nº Páginas.- 446
Por Ángeles López
La buena literatura
disturba, conmueve, sacude. Nos exige adentrarnos en aguas cenagosas, en un
ejercicio de recapitulación y convulsión. Es lo que suponen estas memorias del
llamado "científico romántico", con una vida que no excluye adicciones,
pasiones ni derrotas... Pero también –como él mismo aseveró cuando se le
detectó el cáncer que se lo llevó hacia las estrellas que tanto amaba–: vivida
a fondo y con agradecimiento.
Desde la portada intuimos
que, este, no es un libro más, aunque no se entienda sin el resto de su vasta
producción; es una seña de identidad. Vemos a un Oliver Sacks joven, guapo,
irreconocible, alejado de la imagen del sabio gafotas de barba bíblica que nos
remite, a horcajadas de una mítica BMV R60, al Marlon Brando de Salvaje, en idéntica pose que el enfant terrible del celuloide... Ya estamos
preparados para el viaje que nos espera: conocer su afición por el
motociclismo, la halterofilia (en 1961 estableció un récord estatal en
California), la natación, la fotografía, la poesía, el piano... hilos
conductores de un texto presidido por la idea del movimiento constante -al que
alude el título-, con dos obsesiones por
bandera que son la ciencia y la literatura. Pero también su imposibilidad
durante años para vivir abiertamente su homosexualidad (su madre, la persona
más importante en su vida, le dijo cuando se enteró de su condición: “Eres una
abominación, ojalá no hubieras nacido”), su adicción a las anfetaminas en los
años setenta (que le permitió comprender mejor a sus pacientes, pero que a
punto estuvo de costarle su equilibrio mental), el desasosiego, la timidez...
Es el luminoso, revelador, conmovedor, doloroso e inusual legado de un hombre excesivo,
propenso a los extremos; un genio con un inmenso deseo de indagar en el mundo,
desde la tabla periódica de los elementos -ese lugar conciso donde no hay vida,
pero tampoco hay muerte- a las estratagemas del alma humana, sin olvidar la
aridez de los desiertos californianos. Una exuberante personalidad que le llevó
a afirmar: "Soy un hombre con un carácter vehemente, de entusiasmos
violentos y un exceso extremo en todas mis pasiones”. Evocando su adicción a las drogas, escribió:
“Era crucial encontrar algo con significado, y para mí lo fueron mis
pacientes... Eso me salvó la vida una y otra vez. Gracias al psicoanálisis, los
buenos amigos, la satisfacción del trabajo clínico y la escritura, y ante todo,
la buena suerte, logré, en contra de todas las expectativas, pasar de los
ochenta años”.
De Sacks tendríamos
que haberlo leído todo ya antes de que el pasado agosto se fuera a escribir al
cielo (o al infierno) de los grandes "juntaletras". Si durante toda
su carrera contó historias sorprendentes sobre la vida de "los otros"
-El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Veo una voz (Viaje al mundo
de los sordos), Un antropólogo en Marte, Alucinaciones o Musicofilia-,
quiso contarnos antes de
marcharse el retrato apasionado y libre de su propia biografía
-"enfrentándome al mundo sin más secretos culpables en mi interior"-.
Un ejercicio de desnudez integral que muestra su fragilidad y, sobre todo, su
ansiada libertad. Por estas memorias fluyen: su infancia en un kibutz, su entorno familiar, sus años de
formación oxoniense, su despertar homosexual, su admiración por el canon apolíneo
(que le sumergió en el culturismo y en increíbles proezas físicas), sus
adicciones, sus dudas, sus aciertos y sus errores, su abstinencia erótica
durante tres décadas.... y el definitivo hallazgo del amor. Pero, por encima de
todo, prevalece la pasión de esta bestia narrativa por los meandros de la mente
humana y los misterios neurológicos; el gran sentido de su existencia.
Son páginas herederas
de un prestigioso linaje de autobiografías escritas por científicos -Humboldt,
Darwin, Freud...-, del hombre que nos introdujo en el alma de muchos seres
-ciegos, enfermos de párkinson, pintores que pierden la percepción de un color,
autistas, deficientes auditivos, afectados de prosopagnosia (incapacidad para
reconocer rostros que padeció el propio Sacks), hombres que olvidan el mundo
cada dos minutos o mujeres sin sensación de su propia corporeidad...- siempre
con rigor, vocación, y con un abordaje tan literario como extraordinariamente
divulgativo y jovial.
Pero este ejercicio
de libertad literaria contiene un plus llamado liberación. Ollie, el Dr.
Marvillas de ojos luminosos y complexión de gigante de cuento, abre su corazón
de oro para contarnos su infancia judía durante los bombardeos de la II Guerra
Mundial, su amistad contractual con Robert de Niro, Robin Williams -por el
rodaje de la película Despertares,
basada en uno de sus textos, o con Dustin Hoffman a propósito de su papel en Rain Man-, su trabajo en el neoyorkino Monte Carmelo, con enfermos crónicos, su
despertar sexual con alguien que le encontró borracho hasta la inconsciencia en
una calle de Ámsterdam y se lo llevó a su cama o el pago de su hermano a una
prostituta con la que terminó tomando té, hasta su última aventura erótica a
los 40 años, que daría paso a más de tres décadas de celibato voluntario hasta
que le fue dado encontrar el amor verdadero: "A veces creí haber vivido a
cierta distancia de la vida misma. Esto cambió cuando Bill (Hayes) y yo nos enamoramos".
Resume su ética, la
forma en que operaba: recibía unas diez mil cartas al año, pero respondía
siempre a los menores de 10 años, a los mayores de 90 y a aquellos que estaban
en la cárcel. Su gran aportación es haber acercado a millones de lectores a
aquellos que la sociedad se empeña en tratar como diferentes. Los desheredados
de la tierra que él siempre consideró iguales. Nos ayudó, con textos
extraordinariamente amenos, a comprender la insondable complejidad de la mente
humana y nos permitió atisbar la forma en que se enfrentan al mundo aquellos que,
siempre, preferimos ignorar. Su obra es una inmensa lección de empatía,
bonhomía y solidaridad. La de un verdadero tzadik... uno de los justos que su
religión de origen venera, por su autoridad ética y espiritual. Si leyera estas
páginas, sonreiría, sacaría el bolígrafo rojo de tachar halagos. Con su lengua dotada
para la narración, diría que le queda demasiado trabajo en planta para perder
el tiempo y, acaso: que Yahvé nos guarde -a todos- en su compasión... Entendida
como "Pasión con" todos nosotros. Por tanto: que así sea.
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