EL
OLVIDO QUE SEREMOS
por
Jessica Mercado
/ Autor:
Editorial.- Seix Barral
Nº Páginas.- 280
/
Leer “El olvido que seremos” del escritor Héctor Abad Faciolince no solo es
leer sobre la vida de su padre, Héctor Abad Gómez, personaje importante en la
historia de Medellín- Colombia sino también es el identificar en cada una de
sus frases, en cada una de sus oraciones, ese amor incondicional que solo los que tenemos la
suerte de contar con un ser excepcional en nuestra vida podemos reconocer.
Para
Héctor Abad Faciolince, su padre fue esa luz incandescente que lo ha de
acompañar por el resto de su vida, la voz de su conciencia que le habla quizás
todos los días y lo guía en cada decisión que ha de tomar por muy grande o muy
pequeña que esta sea. Es ese “amor primitivo”, como él lo llama, esa “papitis”
que sentía al caer la tarde en la Finca de la Inés, el beso sonoro al lado de
la oreja que su padre le dio incluso a pocos minutos de su muerte. Es esa frase
de fe absoluta hacia un hijo incluso cuando este hijo dude de sí mismo. Héctor
Abad Gómez hasta el último momento de su vida creyó en su hijo, creyó más que
su hijo creía en sí mismo y se lo repitió incluso el mismo día de su muerte
como una suerte de acto premonitorio, como una suerte de oráculo para el
futuro.
Leer
“El olvido que seremos” para mí es reconocer en cada acto que Héctor Abad Gómez
tenía para con su hijo, los gestos, el cariño y el amor que mi madre Elizabeth
Miguel Estrada tiene para mí. Ese amor primitivo que siente y ha sentido Héctor
Abad Faciolince por su padre lo he sentido y lo siento yo por mi madre, esa “mamitis”
desmesurada la he sentido yo cuando, de niña, me llevaba a la casa de mis primas en las
vacaciones para que me quedara a dormir. La profunda y hasta ahora
incompresible fe que ella me tiene la pude reconocer en la última frase que
Héctor Abad Gómez le pronuncia a su hijo. Los besos sonoros que él le da a su hijo, yo los recibo hasta ahora a mis 34
años de mi madre. Todos sus engreimientos, sus mimos y complicidades las sigo
recibiendo, hasta ahora, cada día de mi vida.
Si
hay algo que no entiendo y creo que nunca he de comprender es el profundo dolor
que debió haber sentido Héctor Abad Faciolince al saber que su padre había sido
asesinado por los paramilitares. Solo los hijos que quieren demasiado a un
padre o a una madre no se imaginan la vida sin ellos y son capaces de decir,
tal como lo decía Héctor Abad Faciolince de niño, que prefieren vivir en el
Infierno que vivir en el Cielo sin su papá. Mi madre no es Héctor Abad Gómez,
ni Lima es Medellín en los años 80; sin embargo puedo vislumbrar la sensación
de desosiego que sintió Héctor Abad Faciolince con la muerte de su padre, la
forma tan injusta y que, visto con ojos más racionales, le puede pasar a
cualquiera si es que dejamos que la violencia, la impunidad y la intolerancia
se vuelva la regla en una sociedad.
Con
“El olvido que seremos” entendí que no está mal querer a mi madre tanto o que
ella me quiera tanto o más a mí. No está mal recibir caricias, mimos y
engreimientos incluso cuando eres adulto
con responsabilidades de adulto y vida de adulto, que el amor que se siente y la suerte que has
tenido por tener a un ser excepcional como gestor y creador de tu vida es una
bendición que es necesario gozarla lo más que se pueda y por qué no escribirla.
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