El escritor y periodista Raúl Carlos Maícas es uno de los más lúcidos diaristas de nuestro paísLos diarios de Raúl Carlos Maícas –quien practica el raro vicio de pensar y escribir desdeñando el imperio del mercado– son pequeñas radiografías de un agridulce deterioro, especulaciones inciertas y disidentes sobre la casualidad o el destino. Lector compulsivo, melómano ecléctico y amateur, tintinófilo amante de la línea clara, se confiesa melancólico, iconoclasta y heterodoxo militante. De vocación volteriana, despliega en estos diarios una mirada terapéutica y crítica, sin puertas falsas, sobre la realidad que le interpela, sin renunciar a los pequeños gozos de la existencia, ni cercenar la posibilidad de cualquier reencuentro conciliador, sorprendente y lírico con quien le agravia.
El noctámbulo oficio de escribir un diario, tarea íntima que consiste en conocerse mejor, adquiere intensidades éticas y estéticas cuando, como es el caso, se pone al servicio del combate, ingenioso y sin complejos, contra la vileza. Así, la escritura se convierte en el único refugio útil para un espíritu atormentado, rebelde y letraherido. Sólo aquí puede zarandear, negro sobre blanco, sus conflictivos silencios y difundir, sin reparos ni censuras, las verdades más íntimas. Como en sus dos entregas anteriores –Días sin huella (1998) y La marea del tiempo (2007)–, en La nieve sobre el agua Maícas lleva a cabo un breve inventario de opiniones contundentes, subterráneas ironías y entusiasmos reivindicativos. Son prosas para saciar un discreto almacén de ambiciones, bienaventuranzas y pasiones corsarias; para soportar la indecible estupidez de un entorno difícil especializado en naderías.
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