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martes, 9 de julio de 2013

51.- Berenice presenta El tabú Real de Daniel Barredo







“El fin de la Corona no es informar, sino persuadir de la necesidad de su existencia. Sólo a través de esa lógica puede sobrevivir”

“Don Juan Carlos, en ese esquema anclado al capitalismo y a la mercadotecnia, escenifica una comunicación controlada, en la que ni siquiera improvisa la espontaneidad”

9 de julio de 2013.- La monarquía española está sufriendo su primera gran crisis. Los últimos sondeos de opinión han situado la confianza en esta institución en niveles de "suspenso". Ya se encuentra entre los problemas de la población española junto con el paro y los políticos. Sin embargo, aún sigue inspirando "cierto miedo escénico desde el punto de vista informativo", como así se recoge en el nuevo libro que acaba de publicar la editorial Berenice titulado El tabú Real, obra de Daniel Barredo.
En este ensayo se examina, por primera vez en la historia de la democracia, las opacas herramientas comunicacionales de la monarquía española, como así lo demuestra Daniel Barredo quien ha evaluado casi cuatro mil contenidos periodísticos que avalan esta tesis. Como resultado principal de esta investigación, que ha tenido que sortear la opacidad de los gestores de la Casa del Rey, se muestra, en lo que a juicio del ensayista es el proceso de construcción del llamado "tabú de la expresividad real", el cual sintetiza la mayor parte de la actividad comunicacional de Juan Carlos I.
En este ensayo se demuestra que “el rol del rey como árbitro simbólico, encargado por la Constitución Española, obliga al titular de la Corona a organizar una información fuertemente tabuizada y estereotipada”. A juicio del autor, ese tabú parte de un contexto previo: “Don Juan Carlos, al heredar el poder del dictador Francisco Franco, adquirió asimismo algunas de las propiedades simbólicas asociadas a la jefatura de Estado, como el silencio representativo o el miedo de los comunicadores”.
Aunque nos cueste creerlo, comenta Barredo, “todavía hoy la monarquía española -que posee una estructura similar a la de la Iglesia católica- mantiene vigente parte de una raíz simbólica que entronca con el tabú del miedo al soberano de la sociología clásica, o el carácter sagrado atribuido al monarca desde la propia Constitución Española de 1876”.
Igualmente en El tabú Real se aportan algunas claves para entender la adaptación contemporánea de la Corona como una “marca corporativa patrimonial”, según la definición dada por algunos estudiosos sobre las monarquías británica y sueca. “Don Juan Carlos, en ese esquema anclado al capitalismo y a la mercadotecnia, escenifica una comunicación controlada, en la que ni siquiera improvisa la espontaneidad; el fin de la Corona no es informar, sino persuadir de la necesidad de su existencia, porque sólo a través de esa lógica puede conseguir su objetivo principal: sobrevivir”, asevera su autor.
En consecuencia, el libro tiene una actualidad máxima ya que la Corona española está afrontando este nuevo y crítico reto con fórmulas de comunicación mixtas que juegan con su imagen tabuizada en el pasado, como garante del orden democrático posdictatorial, y con las nuevas fórmulas de comunicación contra las que no puede hacer nada para ejercer su control de imagen, especialmente Internet y redes sociales.
Así, la conclusión del libro es evidente, la monarquía española ha gastado el crédito ganado en la Transición, y tiene que desarrollar nuevas formas de hacer su labor y nuevas formas de comunicación con la sociedad para lograr su objetivo último: perpetuarse



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