La batalla de las Navas de Tolosa abrió a Castilla el
Sur de España y configura, en el imaginario histórico de la Reconquista, un hito
a partir del cual los caballeros cristianos se aferraron con devoción al signo
de la Victoria. La batalla, épica, de magnitudes hasta entonces desconocidas, no
ha sido sin embargo suficientemente novelada, quizá debido a un estúpido rubor
en buscar argumentos literarios en la Reconquista por no sé qué pueril
asociación con el conservadurismo patrio. Sea como fuere, lo acontecido en las
Navas de Tolosa supone un hito en el imaginario bélico de la Reconquista, y
posteriormente su evocación generaba en los caballeros cristianos una garantía
de inmortalidad y de triunfo, casi como la estampa de Don Pelayo, en cuyo signo
la Historia estaba escrita. De modo que los ingredientes literarios de este
episodio del pasado estaban ahí, aguardando a que un escritor e historiador,
como José A. Trujillo, enhebrara esta conseguida reconstrucción de la batalla y
del momento que la circundó.
En El Cruciferario: memoria de la
batalla de las Navas de Tolosa, el escritor y galeno José Antonio Trujillo
propone un viaje histórico a la España del siglo 13, ayudado de un testigo del
histórico momento, portador de la Cruz en tan importante momento, y que en sus
últimos días evoca el combate y sus preparativos, políticos, religiosos y
pasionales. A partir de las evocaciones de un actor secundario de los
acontecimientos acaecidos en los pagos de Sierra Morena, JA Trujillo, auxiliado
por una documentación exhaustiva y por una prosa líricamente exquisita, y que
reafirma la calidad de la narración, muestra al lector la España de la época,
los actores decisivos en ese fragmento de la larga Reconquista. La virtud
principal de El Cruciferario: memoria de la batalla de las Navas de Tolosa recae
en el género escogido por el autor: la confesión. La memorias de quien portó la
Cruz, ayudante de Díaz de la Rada, recoge en un adecuado flashback la
intrahistoria de la batalla; y lo que es más importante, las motivaciones y el
contexto internacional bajo el que la Cristiandad afrontaba una cruzada vital en
el solar ibérico.
Del relato sobresalen no pocos
rasgos meritorios: la voluntad de estilo del autor, que lleva la lengua a
hallazgos memorables (“El invierno en Toledo es frío por descubrir…”), la
completísima documentación previa y la forma en que ésta se dosifica
magistralmente en el transcurso de toda la narración. Todas estas virtudes
configuran una novela que reafirma a José Antonio Trujillo, médico de profesión,
en una reencarnación, en tiempos de twitter, del propio Marañón.
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