Cuando los tratamientos cosméticos eran tabú y se llevaban en secreto, Madame Rachel abrió un salón de belleza en el Londres victoriano y aprovechó esta circunstancia para chantajear y estafar a sus clientas con una desfachatez increíble. Ella es la primera de las Seis mujeres criminales (1949) de las que Elizabeth Jenkins ofrece una documentada semblanza biográfica en esta recopilación aguda y sorprendente que abarca casos desde el siglo XIV hasta el XIX. Elizabeth Jenkins, aun señalando la codicia y el «olfato para las debilidades, los miedos y los deseos de una gran parte de la humanidad» de estas criminales, no puede dejar de sentir cierta simpatía por ellas: las sitúa adecuadamente en su contexto histórico, que compara frecuentemente con nuestra época, y revela su psicología en un intento de comprenderlas y explicar sus anomalías. |
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