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martes, 5 de marzo de 2024

17.- «Casi. Una crónica del desamparo», de Jorge Bustos

 

«He aquí un relato sin ficción que hace, con un coraje y una limpieza admirables, lo que solo la literatura de verdad puede hacer: volver visible lo invisible, enfrentándonos a una realidad –la de la pobreza y la exclusión radicales– que no queremos ver. Un libro magnífico.» Javier Cercas

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192 páginas •  19,95€

Algunos de los protagonistas del libro

Según datos de la Encuesta sobre Personas Sin Hogar del Instituto Nacional de Estadística correspondientes a 2022, en España hay más de 28.552 personas que pernoctan en la calle, albergues, centros de acogida o residencias habilitadas; cifra que ha aumentado un 24,5% respecto a la anterior encuesta de 2012. Casi. Una crónica del desamparo nos habla de ellos y de aquellos que velan por su bienestar. 

Jesús pasó ocho años en la calle 

«Del miedo a la locura extrajo Jesús la voluntad para dejar el alcohol. “Comprendí que se me iba a ir la olla definitivamente si no hacía algo. Me asusté de verdad. Si a algo tengo pánico es a perder la cabeza. A partir de ese día empecé a desear de verdad dejar la bebida. Ahora además tomo Sintrom, que es incompatible con el alcohol. La verdad es que estoy hecho una pena.” Pero durante años ha dormido tres horas al día y ahora duerme seis. Reconoce que ignoraba que una persona podía descansar tanto.»

Dra. Marnye tiene su consulta en el Casi desde hace cinco años

«Estar aquí me ha hecho más humana. No sé decirlo de otra manera. Antes de criticar a alguien me lo pienso ahora cien veces. Ya no juzgo a las personas. ¿Quién soy yo para juzgar las vidas de los demás? La verdad es que no entiendo cómo he aguantado tanto. Pero es que estas son personas maltratadas desde la infancia. Solo escucharlas duele.»

Roberto, torero y chef, sueña con regresar al ruedo

«Roberto, torero y chef, bebe tranquilo a su lado. Su vida tampoco ha sido corriente. Los revisteros taurinos más memoriosos quizá no le hayan olvidado. Toreó en Las Ventas, en la Maestranza de Sevilla, en Pamplona durante los sanfermines. Y trabajó en las cocinas de Arguiñano, Arzak o Subijana. Dio de comer a la plantilla del Atlético de Madrid. Roberto tiene el rostro abultado y cárdeno y no es por el alcohol: anoche, sin venir a cuento, encajó un puñetazo de otro usuario que se supone que ha sido expulsado. Pero a lo largo de sus cuarenta y ocho años —aparenta muchos más— se ha enfrentado a amenazas mayores. Le dio la alternativa Ortega Cano y ha compartido cartel con los grandes. "Guardo el traje de luces todavía. Y un puñado de cicatrices por las cogidas. Pero aquello pasó. Mi ilusión ahora sería cocinar para la gente del centro. Lo intentamos una vez, pasé tres meses diseñando el menú, pero no salió bien por problemas logísticos. No sé si se podrá hacer algún día".»

Óscar trabaja en un equipo de calle del Samur Social

«El trabajo de los equipos de calle, dependientes del Samur, consiste en facilitar lo que llaman el enganche. (...) Ese vínculo va del primer saludo hasta la incorporación a la red de asistencia. Digamos que Óscar es el sensor a través del cual el sistema localiza a seres humanos que ni siquiera sospechan su derecho a recibir ayuda. (...) “En la calle no se duerme. O se duerme con un ojo abierto, como los perros. Están en alerta constante por miedo a las agresiones.”» 

Ibrahim vive en una pensión asociada al Casi en San Blas

«La pensión, decíamos, es un refugio moderno, una estación de paso recién estrenada. Acoge a veinticuatro chavales en el marco de un programa pionero del ayuntamiento. (...) Los trabajadores que están en primera línea de calle vienen reclamando más recursos específicos. En la última campaña contra el frío hubo que atender a más chavales magrebíes, marroquíes o argelinos que nunca. Cada vez llegan más menores de treinta años, perfiles que necesitan un tratamiento especial para evitar que queden atrapados en la red de asistencia. A esas edades se está a tiempo de conjurar el peligro de la cronificación, de la institucionalización. (...) Ibrahim, por ejemplo, vivió en la calle cuando tuvo que salir del centro de menores que lo había acogido tras entrar ilegalmente en el país. Entonces no tenía papeles. Hoy quiere ser mediador para ayudar a otros chavales que atraviesan la misma situación que él superó. Dice que le gusta Madrid porque es una ciudad grande donde siempre pasan cosas.» 

Ana es una de las decenas de trabajadores sociales del Casi

«Descubrí que cada uno tiene una historia increíble. Cuando ya eres profesional y se te muere el primero te impresiona mucho. Eso te endurece, porque no hay más remedio. Pero al mismo tiempo nunca te acostumbras a lo rápido que envejecen, a la velocidad a la que se deterioran. Tengo infinidad de anécdotas. Aquí tenemos por ejemplo a todo un profesor de Historia del Arte de la Universidad de Salamanca que en su día publicó crítica de cine en la prensa de Nueva York. El alcohol desbarató su vida por completo. Pero lo más impresionante son las mujeres que llegan embarazadas. Que se presentan aquí sabiendo que servicios sociales se quedará con su bebé. Mujeres adictas, con graves enfermedades mentales, que retienen la lucidez suficiente para saberse incapaces de criarlo. Así que renuncian a él. Esas escenas no las olvidas.»

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