Los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, la filosofía de Oxford había sido dominada por el positivismo lógico, una corriente tremendamente analítica, basada en métodos lógicos y científicos, que había alejado el pensamiento de las cuestiones metafísicas, especulativas y morales. Así, habían desaparecido del debate preguntas habituales de la historia del pensamiento, tales como «¿Cuál es el sentido de la vida?» o «¿Existe Dios?». Con la llegada de la guerra, esta metodología analítica –para la que cualquier cuestión debe ser demostrada empíricamente–, se reveló como una herramienta ineficaz para dar respuesta a la terrible realidad de la época (el nazismo, la bomba atómica, el Holocausto, etc.).
El grupo de amigas, rodeadas por otras mujeres que recuperaban espacios con la marcha de los hombres, rescataron materias del pensamiento como la ética y la moral, revindicando a su vez la importancia de la filosofía y de la trascendencia y redescubriendo algunos conceptos claves como «empatía» o «generosidad». Pero, sobre todo, lograron volver a introducir la metafísica y la poesía en el pensamiento, tal y como explican las autoras del libro: «A través de los ojos de esas amigas emerge una nueva imagen. Nuestro mundo familiar se transforma en un suntuoso tapiz con motivos que se entremezclan, tachonado de objetos culturales de poder metafísico y rebosante de vida vegetal, animal y humana. Y a nosotros, los individuos humanos cuyas vidas ayudan a crear y a preservar esos motivos y objetos, se nos vuelve a ver como la clase de animal cuya esencia debe cuestionarse, crearse y amarse. Somos animales metafísicos». |
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