En sus cuatro siglos de existencia, la Inclusa de Madrid recogió a más de 650.000 niños y niñas abandonados. Mi bisabuela, Gerónima López de la Cruz, fue una de ellas. La doble moral de la sociedad española de finales del siglo XIX, que ansiaba libertad, pero que estaba aún muy condicionada por las directrices de la Iglesia, favoreció que muchas mujeres solteras o viudas tuvieran que gestar y parir en la clandestinidad, a fin de preservar su reputación. Como consecuencia, la mayoría de estos hijos bastardos estuvieron condenados a vivir en el más absoluto desamparo, explotados por las familias que los prohijaban y abocados a una vida miserable, cuando no a la muerte. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario