En el centenario del autor, una novela inédita que da la medida de la maestría narrativa de RAMIRO PINILLA |
Ramiro Pinilla (Bilbao, 1923-Baracaldo, 2014) tuvo una fulgurante aparición en los años sesenta con Las ciegas hormigas (Premio Nadal y Premio de la Crítica) y con Seno (finalista del Planeta 1971). Tras ese comienzo exitoso, decidió publicar en pequeñas editoriales durante más de treinta años. Y no fue hasta la aparición de la excepcional Verdes valles, colinas rojas (Tusquets Editores, 2004 y 2005), una trilogía compuesta por La tierra convulsa, Los cuerpos desnudos y Las cenizas del hierro (Premio Euskadi, Premio Nacional de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa), que Pinilla pudo volver al lugar que le correspondía en las letras españolas. Posteriormente publicó, también en Tusquets, La higuera, Antonio B. el Ruso, ciudadano de tercera, Aquella edad inolvidable (Premio Euskadi) y Los cuentos. Y en 2009 inició una original serie policiaca compuesta por Sólo un muerto más, El cementerio vacío y Cadáveres en la playa. Ahora, en el centenario de su nacimiento, El hombre de la guerra es un regalo en forma de novela inédita que Pinilla dejó lista para publicar. Sobre El hombre de la guerra - Del epílogo de María Bengoa Lapatza-Gortazar «Ramiro Pinilla fue un niño de la guerra. En julio de 1936, cuando se produjo el golpe de Estado, tenía trece años. Su protagonista, algo más joven, abandonó Getxo con nueve. Podría pensarse que Urko Pínaga comparte ciertos rasgos del buen amigo de Ramiro, José Javier Rapha Bilbao (Getxo, 1943-2022), con quien fundó la editorial romántica y reivindicativa Libropueblo-Herriliburu en 1977. José Javier vivió y trabajó seis años en Londres, donde fue corresponsal de la Agencia EFE. Regresó a Getxo a principios de los setenta, era escritor, fumaba en pipa, y tenía su casa familiar, Goñibarri, como el caserón Mallatu de El hombre de la guerra, amenazada por una expropiación. Pero el que vuelve «tras treinta y seis años de lectura y meditaciones sobre España» es el propio Ramiro: «El mundo ha cambiado y yo no», se dice. El hombre de la guerra habla de las guerras que no acaban nunca y de las historias reescritas. Aparece en sus páginas San Baskardo, nombre que se mantendrá en Verdes valles, colinas rojas para ese escenario de Santa María de Getxo al que le quedaba algo de su carácter de aldea. Y se respira la añoranza por un mundo perdido. El dolor del protagonista ante el paisaje transformado que ya no es como el escenario de su niñez, es el del propio Ramiro. Los lectores encontrarán en esta obra las mejores cualidades del universo literario de Ramiro Pinilla. El humor presente en la leyenda del paso de Cristóbal Colón por el caserón de Getxo en el que había silencio a todas horas y, cómo no, secretos; y en las salidas de una interina que dice «Creí que se me había muerto de pie». Las mujeres adquieren en esta novela, como en toda su obra, más importancia que los hombres. El protagonista se mueve entre una tía recién fallecida y una prima que acaba de conocer, a la que llama muchacha en su pensamiento. Se pasa toda la novela indagando en los secretos de esas mujeres. Indagar en su misterio es la verdadera intriga que desvela El hombre de la guerra. El carácter crítico y reivindicativo, la veneración por las familias aldeanas y la tierra: «Somos de la tierra», así como la mirada romántica sobre el mundo, son una marca de agua indeleble en cada página, mientras la intriga nos arrastra como un resorte hasta el final. Pero, sobre todo, los lectores de Ramiro Pinilla reconocerán en esta novela con placer inédito el aliento de un escritor de raza.» María Bengoa Lapatza-Gortazar |
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