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lunes, 25 de abril de 2022

87.- «Nadie me habló de ti». Una novela ambientada en la Barcelona contemporánea

 

Nadie me habló de ti es un retrato de dos generaciones y es también un retrato de esa Barcelona de principios de los años sesenta en los que confluían la alta burguesía y los jóvenes de la barriada, los estrenos de gala del Liceo y los primeros conciertos de rock, el glamour de los veranos de S’Agaró más esplendoroso con los baños populares de la Barceloneta.

Sinopsis

La vida de Carolina ya no es perfecta: el divorcio, las peleas constantes con su hija, y ahora la agonía de su padre, fin de una saga de la alta burguesía catalana. Su madre los abandonó siendo ella una niña, de ella solo conoce la ausencia. Pero un hallazgo inesperado la lleva hasta Gabriel, el amante de su madre y quizás también su asesino. Con él conocerá a esa joven indomable que se resistió a ser una intachable esposa burguesa, un encuentro que hará que Carolina se replantee su vida.

El estilo

Con su estilo directo y elegante, Laura Anguera consigue que las emociones más sutiles desborden las páginas, pintando con maestría imágenes viscerales que se clavan en el corazón del lector.

«Era agradable cerrar los ojos y sumergirse en el agua caliente. Pensé que debía de ser una sensación parecida a estar dentro del útero materno. El útero de una madre desconocida, que no había hecho por mí más que expulsarme de su vientre, parirme y largarse. Tiré con fuerza del tapón y dejé que el agua se marchara por el sumidero. Me quedé sola, desnuda, en la blanca bañera. Tirité de frío».

Nadie me habló de ti es un ejercicio bellísimo que plasma las luces y las sombras del acto de recordar, poniendo en palabras sensaciones tan esquivas como son el dolor y la melancolía que trae el duelo, el calor abrasador de los celos, la plenitud que da el permitirse sentir esperanza e, incluso, la pasión que provoca la adicción a la lectura.

«No se quitan las fotos de los seres amados que mueren, solo rompemos las de aquellos que queremos ver muertos.»

«Letraherido ya de por vida, hurgaba por las estanterías de las novelas y de los ensayos, se dejaba aconsejar por el bibliotecario, se abalanzaba sobre los libros que este tenía sobre la mesa, especialmente los recién llegados, con ese olor a papel recién impreso que tanto le gustaba.»

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