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lunes, 6 de septiembre de 2021

76.- Los caballos de Hitler - Arthur Brand

 

Los caballos de Hitler

Arthur Brand

 

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Cuando el detective Arthur Brand es convocado a una reunión con uno de los tipos más peligrosos del mundo del arte se da cuenta de que ha dado con una pista que podrá esclarecer uno de los misterios sin resolver de la Segunda Guerra Mundial: qué ocurrió realmente con las estatuas favoritas de Hitler, los caballos que desaparecieron durante el bombardeo de Berlín.

A medida que Brand avanza tras su rastro, se infiltra en un mundo tremendo, dirigido por neonazis y ex agentes de la KGB, donde las reliquias del Tercer Reich se venden por millones de dólares. La apuesta sube aún más según Brand va desplegando cuidadosamente su trampa para cazar a los cabecillas de la trama que está intentando vender los caballos en el mercado negro. Pero, ¿quiénes son? ¿Y cómo conseguirá llevarlos ante la justicia antes de que le descubran?


«Se lee como una novela de John Le Carré» (Nieuwsuur).

«Olvida la película The Monuments Men en la que George Clooney salva el arte de manos de los nazis. El modo en que se recuperaron dos gigantescos caballos de bronce de la colección personal de Hitler —con la intervención de generales rusos y descendientes de nazis— es mejor que una película» (Het Nieuwsblad).

El descubrimiento de los caballos de Hitler fue noticia en todo el mundo. Además de los caballos de Thorack, se encontraron también las dos estatuas de Arno Breker y las dos de Fritz Klimsch, junto con Der Wächter, el relieve de Breker de diez metros de altura y cuarenta toneladas de peso. Y, por supuesto, en el jardín de Flick estaba Die Wehrmacht, aunque ya solo algunas partes de esta eran originales. El Wall Street Journal habló del hecho como uno de los descubrimientos artísticos más asombrosos de los últimos años. David Petraeus, el exdirector de la CIA, nos felicitó en la prensa y describió nuestra hazaña como «una operación de manual». Casi de inmediato se desató un debate sobre qué hacer con los caballos: exhibirlos, almacenarlos o, incluso, destruirlos. Finalmente, el Gobierno alemán decidió que había llegado el momento de mostrar esa cara de la historia de Alemania en su forma tangible.

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