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miércoles, 12 de mayo de 2021

64.- El monje y la hija del verdugo - Texto: Ambrose Bierce Ilust.: Santiago Caruso

 

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El monje y la hija
del verdugo

Texto: Ambrose Bierce
Ilust.: Santiago Caruso


En 1680, el remoto monasterio de Berchtesgaden en los Alpes bávaros fue el escenario del desgraciado amor entre Ambrosio, un joven franciscano, y Benedicta, la hija de un verdugo. Dos siglos más tarde, Ambrose Bierce interpretó los siniestros pormenores de la leyenda hasta convertirla en su única novela y en una de las cimas de la literatura gótica, en la que se mezclan la fe, el deseo, la culpa y la redención.

La historia de El monje y la hija del verdugo empieza con la llegada del joven franciscano que, horrorizado por el trato de los habitantes de la zona hacia la muchacha a causa de la ocupación de su padre, emprende una lucha para protegerla bajo el pretexto de la caridad cristiana. Sin embargo, poco a poco y sin darse cuenta, irá cayendo en una fatal atracción que le arrebatará los sentidos y le conducirá hacia las más bajas pasiones.

El admirable suspense y el clima de terror de estas páginas se ve potenciado por los esgrafiados de Santiago Caruso, que se abisman en este relato de amor prohibido, destrucción y tragedia. «Decir que se centra el conflicto en la lucha entre Amor y Misión sería generar un gastado déjà vu. Yo lo concibo como una batalla entre Naturaleza y Religión. Pensé entonces en pintar lo animal y lo vegetal invadiendo la percepción de la moral del mundo del Hombre y de Dios», explica el ilustrador argentino.

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«En Libros del Zorro Rojo está el ojo de un editor que descubre que ciertos textos, como El monje y la hija del verdugo, pueden ser “libros puente”, en el borde entre niños y jóvenes, entre jóvenes y adultos.» María Teresa Andruetto, Premio Hans Christian Andersen, 2012

«Una obra que recomiendo por la cantidad de sensaciones que transmite, un viaje que se emprende desde lo bucólico y que se oscurece gradualmente hasta lo trágico y terrorífico. Un libro que una vez terminado nos hará abrirlo, una y otra vez, aunque sea solamente para mirar detenidamente el arte que lo ilustra y perdernos en los dibujos de Santiago Caruso.»
Tomos y grapas 

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