Habíamos juntado a varios autores del K.O. en una casa de campo en Cercedilla, en la sierra madrileña. La primera noche saltó la noticia: el Gobierno había decretado el estado de alarma debido a la epidemia del coronavirus. Entre otras medidas, prohibía los desplazamientos dentro del país. Todo era irreal y confuso, como mirar nubes después de una siesta pesada. Editores y autores obligados a una convivencia forzosa sin fecha cercana de caducidad.
En la confusión posterior, el coro de contadores de historias que eran ese puñado de periodistas encerrados en una casa de campo, tomó la decisión de imitar a Bocaccio: “Cada uno de nosotros contará una historia cada noche”.
—Esta noche nace el DeKOmerón
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