«[Rafael Azcona] radiografió su país. Diseccionó al ser humano y tomó partido por el débil y el perdedor. Autor de obras universales, no solo fue un guionista excelente. También fue un escritor fundamental».—El Periódico.
«La salvación a aquel paisaje pavoroso y miserable [que era la cotidianidad en los madriles de posguerra] la encuentra la pareja protagonista de Los europeos en la Ibiza prehippie y en su burbuja cutre y pseudoliberal de felicidad».—El Cultural.
«La historia de una aspiración nunca resuelta del todo: el anhelo europeo del español que, en el fondo de su corazón, es incapaz de serlo».—El Mundo.
«No cabe ya clasificar solo a Azcona como un humorista, aunque, naturalmente, sea el humor un recurso lícito para la crítica de una sociedad y un ambiente dados. Los europeos pretende, de un modo inequívoco, realizar una crítica social y, por ende, moral».—Texto extraído de la solapa de la primera edición.
Madrid, 1958. Miguel Alonso, un joven aragonés que trabaja como delineante en el despacho de un reconocido arquitecto, recibe una noche una llamada telefónica. Al aparato está su amigo Antonio, el hijo tarambana de su jefe, que quiere proponerle unas vacaciones en Ibiza sufragadas, huelga decirlo, por su padre. La excusa, practicar idiomas y estudiar la arquitectura popular de la isla. La auténtica motivación, salir de juerga y ligarse a cuantas más europeas «liberadas», mejor. Este es el punto de partida de Los europeos, una de las llamadas «novelas mayores» de Azcona, que hace en estas páginas un certero retrato de la España de finales de los cincuenta marcado por el nacionalismo, la misoginia y el anhelo europeo. |
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