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miércoles, 18 de octubre de 2017

109.- Chagall sueña la biblia




Imágenes integradas 1

Chagall sueña la biblia

Marc Chagall
Textos de Sylvie Forestier, Nathalie Hazan-Brunet y Evgenia Kuzmina
En librerías a partir del 18/10/2017
cesta-compra-zorro34,90 €
«Desde mi primera juventud, me cautivó la Biblia. Siempre me pareció, y todavía me parece, que es la fuente más grande de poesía de todos los tiempos.»
Marc Chagall
«¿De qué Biblia se trata? ¿Es la de la infancia evocada por la voz de la madre que despierta el recuerdo de la salmodia de la oración o la del rumoroso canto de la sinagoga? La emoción surge de la música de las palabras, de su sonoridad enterrada en la memoria y que renace en el seno de la imagen. La Biblia viva de la infancia, esta Biblia soñada cuyas palabras cantan como un poema.»
Sylvie Forestier
Marc Chagall fue uno de los pintores fundamentales del siglo xx. De él dijo Picasso: «Después de Matisse, es el único pintor que de verdad entiende lo que es el color». Chagall —que en ruso significa ¡camina!, ¡marcha!— fue también un judío errante. Sorteando el hambre, el frío, las guerras, los pogromos, en 1923, en medio de un clima que anticipaba el horror de la Segunda Guerra Mundial, logró trasladarse desde su Rusia natal a París. Allí, inició en 1931 el monumental trabajo de ilustrar los pasajes del Antiguo Testamento de la Biblia. Este trabajo —inédito en español hasta la fecha— cuenta con veintidós bocetos previos, preparatorios, y los gouaches definitivos de esta grandiosa obra, que es una magistral muestra artística del dominio del color y, asimismo, la forma en que Chagall se reconectó, desde el exilio, con las marcas históricas, artísticas y culturales de su tierra. En efecto, Chagall, que en un momento de su vida sólo pintaba con el color violeta —y que en sus primeros años en París recibió la visita de su antiguo maestro, Bakst, quien le dedicó estas últimas palabras: «ahora sus colores cantan»—, creó sus pinturas de la Biblia durante un período marcado por el antisemitismo y la amenaza de la guerra —circunstancias políticas que se reflejan en su iconografía—.
Chagall logró pintar la autobiografía de su infancia y primera juventud en una suerte de árbol genealógico de múltiples frutos iridiscentes, a través de una lectura poética de los textos sacros. Manifestó: «Qué Dios me ayude a verter lágrimas auténticas en mis telas. En ellas permanecerán mis arrugas, mi tez pálida, en ellas quedará marcada para siempre mi alma fluida». Completan esta fabulosa edición, tres ensayos que estudian y desentrañan la relación de la pintura de Chagall con los íconos clásicos y con el simbolismo de la pintura rusa.

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