José Viale Moutinho
Cuentos populares portugueses
Siruela, Madrid,
2016.
Por
Ricardo Martínez
Uno de los mejores antólogos sin duda -por
su profundo conocimiento de la literatura portuguesa, ya sea en su faceta de
erudito o de autor-, es la figura de Viale Moutinho que, con una riqueza
inusual de materiales recogidos (a los que añade una clarividente introducción),
nos hace entrega de este precioso libro donde se ordena y reproduce buena parte
de la tradición cuentística escrita –y digamos, en el fondo sobre todo de
origen oral- acumulado a lo largo de la historia de ficción de la filosofía
vital portuguesa. Se añade, a mayores, un prólogo oportuno y razonado que
resulta eficaz como apoyo a la lectura.
Historia, digamos, elaborada en torno al
fuego del hogar y a la imaginación que, con la anuencia de la noche,
confeccionaron el imaginario más sutil (“el cuento popular -leemos en la
magnífica nota introductoria de Moutinho -se reduce a una narración corta con
un fondo humano de universalidad, que se transmite de unos pueblos a otros”) y
desarrollaron los temas expresivos más ancestrales de un pueblo esencialmente
culto, delicado, minucioso en el comportamiento y sutil en el decir. Vuelvo a
reiterarlo, un vecino, Portugal, al que por desidia o intereses injustificados
se le dio la espalda tantas veces cuando hubiera sido mucho lo que podríamos aprovechar
y aprender. Sobre todo de su cultura literaria
Los cuentos, en cuanto a temática, son
tan variados como lo sean las circunstancias que cada día nos sorprenden. De
hecho, el cuento popular, en última instancia, no es sino un manual al uso de
cuanto de consuetudinario encierra la vida del hombre. Algunos cuentos, sin
embargo, tienen una rara originalidad dentro de lo que pueda ser un tema ya
aludido en otras tradiciones, cual es el caso de ‘El cuento de las nueces de la
viejecita’ o bien, por su simpática originalidad didáctica, ‘El cuento de la
mantita de seda’.
Creo que, en ocasiones, podría decirse también
del cuento popular lo que se ha dicho tradicionalmente de la poesía: cada
lector aporta algo nuevo a lo leído en la medida en que la forma de entender de
cada uno enriquece el ‘ser’ de lo recibido en la práctica lectora. También en
la pura transmisión oral que se pudiera derivar de ello. El antólogo lo expresa,
a mi entender, con mucho acierto y sencillez: “Y es que un cuento popular nunca
está definitivamente terminado, necesita siempre alguna que otra mano de color,
de imaginación, de alucinación, de lo que, en fin, se nos pase por la cabeza mientras
seamos contadores… ¡y, naturalmente, oyentes!”
El cuento a la luz del fuego acaso haya
sido desde siempre el primer émulo de la escuela, de la enseñanza como
transmisión oral; en ocasiones, lógicamente, respondiendo también a una ética
del pensar y actuar, cual pudiera ser el caso de ‘El cuento de las manchas de
la luna’. Siempre, con todo, siempre, un medio de transmisión, de comunicación
en el sentido más amplio, de cultura viva y renovada en cada anécdota, en cada
ocasión.
De ahí que haya pervivido hasta aquí, y
que haya de pervivir mientras el hombre ame y tema, mientras sonría y espere…
Así sea
No hay comentarios:
Publicar un comentario