LAURAIN,
ANTOINE
LA
MUJER DE LA
LIBRETA ROJA (La femme au carnet
rouge)
Ed. Salamandra. Madrid, 2016.
Nº páginas.- 157
Traducción del francés de Palmira
Feixas
Por Ángel
García Prieto
Antoine Laurain, es un
novelista nacido en París hace algo más de cuarenta años. Estudió
cinematografía y ha escrito guiones y dirigido cortos; trabajó como colaborador
de un anticuario, circunstancia que le sirve para escribir y publicar su
primera novela, Ailleurs si j’y suis,
con la que gana el Premio Drouot en 2007. Luego le han seguido otras cuatro
obras de narrativa, una de las cuales, titulada Le chapeau de Mitterrand, también ha sido premiada, ha conseguido
éxito y en la actualidad se está traduciendo y publicando en varios países.
La
mujer de la libreta roja es
una amable, ingeniosa y entretenida
novela romántica, con cierta tensión de intriga, que se desarrolla en un París
actual, de aire modianesco, y de hecho en el desarrollo de la historia, en
nobel Patrick Modiano entra a formar
parte de uno de los nudos a desentrañar. La novela tiene un aire de similitud
con otra editada en nuestro país el año pasado, de un autor también francés,
titulada El tren de la 6.27, de Jean
Paul Didierlaurent, por su simpático talante, su romanticismo y el componente
de acción detectivesca; aunque la que ahora nos atañe tiene su propia calidad y
estilo, que le dan sobrada autonomía y propiedad.
Todo comienza cuando
Laurent Letellier, un bancario divorciado y padre de una jovencita, que dejó su
profesión para abrir una librería, se encuentra un atractivo bolso de mujer,
abandonado sobre un contenedor de basura, al que le falta la cartera y el móvil
de su dueña. Él se siente impulsado a hacérselo
llegar y le supone llevar a cabo una investigación complicada. La historia se
va articulando con situaciones, objetos y personajes llenos de contenido que se
entretejen con los sentimientos de unos y otros, y que podrían entre todos
llegar a constituir una feliz historia de reconstrucción con segundos amores.
En fin, finas
sensibilidades, agudas percepciones, educadas conductas, sutiles detalles,
buenos sentimientos y algunos otros ingredientes positivos, que con el talento
del autor, pueden entretejer una historia romántica en la cuarta o quinta
década de un hombre y una mujer, que ya habían perdido sus primeros amores y
algunas de sus mejores ilusiones. Y dan al lector interés, alegría y el
contradictorio deseo de seguir leyendo con la esperanza de que el texto no se
acabe.
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