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sábado, 2 de abril de 2016

REVISTA LITERATURAS.COM "DIARIO IMAGINARIO DE LA MUJER TIGRE" María Zaragoza





DIARIO IMAGINARIO DE LA MUJER TIGRE

Autora: María Zaragoza
Editorial: Cazador de Ratas
Nº de páginas: 176

Por Eduardo Cruz Acillona
                       

Cuenta María Zaragoza que, cuando era pequeña, recibió un curioso regalo procedente de Asia: unas zapatillas con la cabeza de un tigre en la puntera. Desde aquel momento, ese regalo se convirtió en algo más que una simple prenda de vestir para andar por casa. El tigre era su amigo, su cómplice, su aliado, su defensor. Si cometía alguna trastada, la culpa siempre era del tigre. Si tenía que compartir un secreto o resolver una imperiosa duda, ahí estaba el tigre…

María Zaragoza y el tigre crecieron juntos. El tigre la protege. El tigre asume responsabilidades y fracasos. El tigre, generoso, cede éxitos y parabienes. El tigre es un hermano mayor, un escudo protector, la cara oculta del espejo, la excusa perfecta para seguir mirando hacia adelante. Llega un momento en que la mujer y el tigre son uno. Y escriben un diario…

Se trata de un diario que carece de referencias temporales. No sabemos si las cosas suceden en días o en años. Así, si a un diario le privas del elemento “tiempo”, ¿en qué se convierte? Y es que para la mujer tigre, el tiempo carece de valor. “Qué manía la de asignarle al tiempo propiedades que no tiene” (pág. 59). Y, lo que es peor, “…en realidad, el tiempo no cambia las cosas sino que las estropea” (pág. 118).

María Zaragoza adopta al tigre para que cuide y reemplace su yo más dubitativo, más inseguro: “He observado mi fragilidad y la he hecho tigre” (pág. 36) Porque el tigre es, “por definición, un animal eficaz: todo lo resuelve” (pág. 38)

Pero lo que consigue es el efecto contrario: “Me dicen que soy una mujer peligrosa y yo supongo que es por el tigre” (pág. 23)

Para María Zaragoza, el tigre es “…mi parte dominante y manifiesta, mi parte sin miedo, sincera, abierta, esa parte de mí fuerte que asusta…” (pág. 44)

Quien haya leído la obra de la autora descubrirá aquí una nueva y muy interesante cara de su perfil biobibliográfico. Un perfil inédito, atrevido, sincero. Nadie sabe si conquistando la confesión, bordeando la autoficción o bordando la prosa poética. ¿Y qué más da? Nadie, salvo los propios protagonistas del mismo, se plantea el circo como una foto de familia sino como un fantástico espectáculo donde equilibristas, magos, funambulistas, payasos, domadores y tigres forman un heterogéneo y armonioso conjunto con sentido propio. Así la vida.

Gracias al tigre, “Sólo sé que soy distinta. He cambiado, he muerto y puede que haya resucitado” (pág. 93) “Ya no soy una niña. Pero nunca nadie se da cuenta de nada” (pág. 95)

Una vez más, María Zaragoza cambia de registro y, como nos tiene acostumbrados, nos sorprende muy gratamente con este bello ejercicio de lirismo cargado de sugerentes y potentes imágenes, una pequeña joya de párrafos que hacen encoger el corazón y otros que arrancan aliviadoras sonrisas. En definitiva, nada que ver con  “…las palabras absurdas que salen de las mentes de esos encantadores enfermos que somos los escritores en verdad” (págs. 13 y 14)

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