C.
P. Cavafis, Poesía completa
(Traducción
de Juan Manuel Macías).
Editorial.-
Pre-Textos
Nº
Paginas.- 422
por
José Luis Gómez Toré
¿Una nueva edición de Cavafis? Más allá de la
acertada reflexión de Manuel Borrás que Vicente Fernández González recoge en el
epílogo de este volumen (“en punto a clásicos, cuantas más traducciones de
obras, mejor”), el lector de poesía de habla hispana puede plantearse la
pertinencia de volver a un autor que ha encontrado en la literatura en español ya
una amplia resonancia. La huella en las literaturas hispánicas de la lírica
cavafiana resulta fácilmente rastreable tanto por su influencia sobre otros
poetas (aunque superficial en demasiados casos) como porque ha contado entre
nosotros con buen número de traductores, si bien no siempre las versiones
publicadas son traducciones directas del griego. He aquí una primera razón para
afirmar la oportunidad de esta edición, ya que Juan Manuel Macías, poeta y
traductor de Safo y Maria Polydouri, conoce a fondo la lengua de partida. Y no
solo la lengua. Como él mismo afirma en su breve pero iluminador prólogo,
“Cavafis, al fin, fue un poeta griego que escribió en griego, y esto es un
hecho elemental que parecen olvidar sus imitadores”. La pulcritud de las
versiones de Macías no solo nos ofrece un Cavafis rejuvenecido, sino también la
posibilidad de reflexionar de nuevo sobre la posición que ocupa en nuestra
contemporaneidad un escritor que, como también apunta Macías, escribió
fundamentalmente desde su presente y sobre su presente, por desorientadora que
pueda resultar en ocasiones la falsa apariencia de reconstrucciones
arqueológicas de tantos de sus textos. A pesar de las marcadas diferencias con
las grandes voces de la poesía neohelénica del siglo XX (Ritsos, Elytis,
Seferis…), Cavafis comparte con todos ellos la incómoda posición de quien ha
recibido una herencia tan rica como problemática, de quien no puede ser un
griego al modo antiguo sin caer en la impostura, pero que tampoco puede renunciar
sin más a ese pasado que sigue dejando su huella en su propia época. Cavafis,
como otros poetas griegos modernos, se sitúa así al mismo tiempo en el centro y
en la periferia, en la centralidad de una tradición que apuntala los cimientos
de la civilización occidental y a la vez en medio de un pueblo – todavía hoy y
de qué manera— desplazado a los arrabales de Europa (cuando no fuera de ella:
la excéntrica posición de Alejandría quizá sirva aquí a modo de metáfora).
Cavafis es también un poeta alejandrino en el sentido histórico del término: en
estos poemas asistimos a una voz que está al final de una etapa que aún hoy no
hemos clausurado, al final de un larguísimo viaje, en el que (por eso resulta
tan moderno) le toca a él la pesada tarea de separar lo muerto y lo vivo. Y es
que todavía, y quién sabe por cuánto tiempo, seguimos esperando a los bárbaros.
La
relativa marginalidad en vida del poeta de Alejandría parece haberse borrado para
situarlo en una posición nada lateral en el canon, lo que quizá no sea en el
fondo sino una forma de domesticarlo. Personalmente, desconfío bastante de la
etiqueta de “marginales” y “raros” que rara vez cuestiona nada y que suele
servir para dejar a un lado los nombres que resultan incómodos en los manuales
de historia literaria. Sin embargo, se corre el riesgo de olvidar lo que hay de
apuesta ética y estética (ambos aspectos son difíciles de separar en Cavafis) en
la trayectoria del escritor. Me refiero tanto a la afirmación de una moral
sexual propia como a la asumida
clandestinidad del oficio del poeta, puesto que eros y escritura forman parte de una misma actitud, secretamente
aristocrática, que desdeña lo convencional y lo trillado, desde una rebeldía discreta
pero evidente. Y si efectivamente lo ético y lo estético van de la mano en el
poeta, ello se debe a que vida y poesía dibujan siempre un camino de ida y
vuelta. Por eso, son en el fondo muy poco cavafianos los epígonos que se quedan
solo con algunos motivos y temas (la pasión homoerótica, el hedonismo, las
alusiones culturalistas…), ciertamente centrales, pero que pierden buena parte
de su sentido si se desgajan de una visión global. Si en la escritura de
Cavafis no falta la búsqueda de la intensidad vital (“Y bebí vinos fuertes,/
como beben los audaces el placer”), a menudo tenemos la sospecha de que no solo
se escribe para vivir, sino también que se vive para escribir, para recrear lo
vivido. “Trabaja ya cuanto puedas, mente”, leemos en el poema “Un joven de la
literatura, a sus 24 años”, como si el placer de los cuerpos fuera ya
inseparable de su vocación de convertirse en poema. De ahí la frecuente
sensación de melancolía, que apunta Macías y que tiñe tantos versos, puesto que
toda presencia convocada en la escritura es ya ausencia. De ahí también que
Cavafis sea ante todo un poeta de la memoria en sentido fuerte, un hijo de
Mnemosyne que busca en los márgenes de la vida cotidiana pero también de la
historia, el lenguaje siempre esquivo de la existencia. De la memoria que es
también olvido, pues los apuntes biográficos que ciertamente hay en sus textos parecen
diluirse en una cierta impersonalidad, que evoca de manera inevitable esa capacidad
negativa del poeta de la que hablaba Keats (y que debió interesar a José Ángel
Valente, uno de los primeros en el mundo hispánico en hacerse eco de esta
obra).
Decía Calvino que un clásico es un libro que,
cuanto más uno cree conocerlo de oídas, más nuevo resulta cuando lo leemos de
verdad. Tal vez pueda afirmarse lo mismo cuando lo reelemos (y es que toda
traducción de valor es siempre una relectura). Esta magnífica edición de la
poesía reunida de Cavafis es una buena oportunidad para intentar librarse, en
la medida de lo posible, de lo que creíamos saber de Cavafis y escuchar
atentamente la singularidad de su voz. Cito de nuevo a Calvino: “Un clásico es
una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la
obra se sacude continuamente de encima”. En ese esfuerzo, tan imposible en el
fondo como fecundo, de intentar leer por vez primera una obra tantas veces
revisitada, uno quizá empieza a vislumbrar qué significan las Ítacas.
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