LA MUERTE DE MI HERMANO ABEL
Autor.- Gregor von
Rezzori
Editorial.- Sexto
piso, Madrid, 2015
Nº Páginas.- 700
Por Ricardo
Martínez
Retazos
del mejor Von Rezzori, el autor de esa magnífica novela ‘Flores en la nieve’
están aquí, en este texto largo y denso que tiene mucho de ejercicio
rememorativo personal, de punto de vista respecto de una civilización que se ha
permitido errores inhumanos como las dos guerras mundiales (aquí reflejada
sobre todo la segunda) pero que a la vez ha sabido valorar y preservar los
cánones de belleza. Todo ello bajo la impronta de un lenguaje rico, directo,
sencillo, que unas veces sugiere poéticamente y otros muestra una rara frialdad
en la descripción, donde el sexo o la guerra tienen un papel predominante.
Una
novela-río donde la condición humana se exhibe desde distintos puntos de
observación, como un poliedro que, conservando su unidad, exhibe todo tipo de
imágenes y colores; de atisbos de carácter y comportamiento, de dulzura y
crueldad, no en vano el escenario que se intuye de fondo es el del ser humano
solitario, inteligente, en procura de ‘completar’ su identidad. El escenario
donde la dignidad del hombre carece de presente por causa del enfrentamiento
fratricida: “la mitad perdida –para mí y para otros como yo- en aquel mes de
marzo de 1938.
Una
situación personal, la del protagonista, en parte ‘alter ego’ difícil de
rehabilitar, sobre todo considerada desde su perspectiva de creador –guionista
de cine, novelista prometedor- que se refiere a sí de un modo tan desnudo como
descriptivo: “Yo no soy nada. Ni siquiera soy un apátrida en el sentido
jurídico, sino un desarraigado de nacimiento, déraciné par excellence (…) sospechosamente políglota y divorciado
de todo vínculo con una tribu, con toda bandera… Pero, eso sí, un hombre en
busca de todo eso” Y es aquí donde la presencia, la figura y el significado de
la mujer cobra un valor central.
Estamos,
podría decirse, ante un brillante ejercicio de autoconocimiento, de
autoconciencia donde aparece inevitablemente como tema de fondo el concepto de
cultura, de cultura europea y donde se analizan con precisión e inteligencia
los restos de una herencia histórica que habría de quedar disminuida por el
ejercicio de la brutalidad de unos hombres contra otros. Siempre con un
extraordinario lenguaje literario como referente, como expresión: “Entonces se
desprende del besamanos con una pirueta llena de gracia elefantina y, al
girarse hacia los demás presentes y dirigirles sus ‘Buenas noches’, logra
adosar a sus palabras un gesto de disculpa, como para insinuar que su estatura
en aquel espacio tan recudido no le permitiría despedirse de cada uno de ellos
sin incomodar a todos”
Como
lectura y ejercicio culto de reflexión acerca de la Europa de mediados del XX
(París juega un papel definitorio trascendental) y de retrospectiva personal de
una vida intensa, la novela probablemente marque un grado de distinción dentro
de lo que las novedades del año transcurrido han aportado. Un bien, pues, como
ejercicio introspectivo, como aportación estética.
Cabe
destacar, también, una traducción a mi entender muy atinada y precisa como
contribución “para crear el collage
inextricable de una identidad” Una lectura sanadora.
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