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viernes, 26 de septiembre de 2014

269.- Berenice presenta De un experto en demoliciones de Léon Bloy



Berenice presenta De un experto en demoliciones de Léon Bloy

El verdugo de la literatura contemporánea

Este libro muestra, con una prosa vigorosa, culta, y de una intensidad sin igual, la capacidad del autor para escribir, con una altísima calidad literaria, las más despiadadas y crueles críticas sobre la cultura, el arte o la literatura de su época
Los editores de la primera edición justificaron una publicación tan corrosiva escudándose en el talento, la independencia y la originalidad del autor

26 de septiembre de 2014.- “La vida es demasiado corta para vapulear a todo el mundo, dije un día melancólico”. La cita pertenece a Léon Bloy. Reputado escritor y crítico literario del siglo XIX conocido por sus polémicos escritos de tono exaltado, marcados por un antirrepublicanismo militante y un catolicismo intolerante.

Berenice acaba de editar, por primera vez en español, un singular compendio de sus críticas culturales, publicadas en 1884 en la revista del célebre cabaret Le Chat Noir, titulado De un experto en demoliciones. Un libro que supone la primera prueba de cómo Léon Bloy adquirió su fama de “verdugo de la literatura contemporánea”. 

Con una impecable y meritoria traducción de Teresa Lanero, y con un prólogo de Rubén Darío, este libro muestra, con una prosa vigorosa, culta, y de una intensidad sin igual, la capacidad del autor para escribir, con una altísima calidad literaria, las más despiadadas y crueles críticas sobre la cultura, el arte o la literatura de su época.

Un hecho que le llevo a los editores de la primera edición a justificar su publicación escudándose en el propósito de mostrar al público “un talento con una originalidad extraordinaria y una independencia absoluta”. “Respetamos tan a rajatabla el talento de don Léon Bloy que no le hemos exigido la más mínima rectificación en sus consideraciones […] 

No compartimos en absoluto las opiniones y consideraciones aquí expuestas y nos atenemos a nuestra estricta labor de editores y mercaderes de curiosidades literarias”. 
Es especialmente llamativo el hecho de que alguien en principio tan reaccionario y antimoderno como él -Bloy era un místico, apologeta de Napoleón y defensor de la santidad de Cristóbal Colón, visionario y anarquista, católico ferviente, aunque enemigo de los papas y del sentimentalismo, de lo burgués-, estuviera totalmente integrado en los ambientes de vanguardia y bohemia del París finisecular, del que ofrece un fresco lleno de sabor.

Y es que este ultracatólico francés fue capaz de convivir en la más ecléctica de las redacciones y en los ambientes de la vanguardia artística más radical, lugar desde donde, según cuenta Ruben Darío, se comportaba como un “salvaje”, ya que desgarraba las entrañas de víctimas tan célebres como las de Víctor Hugo, Renan, Zola, Alejandro Dumas o Jules Vallés.

Daba igual, autores grandes, medianos o pequeños eran medidos con igual rasero por este experto en demoliciones humanas, al que el poeta nicaragüense definió como un “formidable e inflexible ejecutor de los más crueles suplicios”.

“Léón Bloy azota, quema, raja, empala y decapita”, comenta Ruben Darío, y advierte que lo mejor es “no ocuparse de ese loco furioso y relegar a ese vociferador al manicomio del olvido…Pero resulta que ese loco clama con una voz tan tremenda y tan sonora que se hace oír como un clarín de la Biblia”, afirmación que compartía, igualmente, el filósofo y escritor alemán, Ernst Jünger, quien definía a Bloy “como un espejo doble donde el diamante y el excremento van juntos” 

Léon Bloy (Périgord, 1846-Bourg-la-Reine, 1917) está considerado un clásico de la prosa en francés. En 1864 se instaló en París, donde llevó una vida bohemia y trabó amistad con Barbey d’Aurevilly. Panfletario, romántico y exaltado, pasó de ser un anticlerical y revolucionario a ferviente defensor del catolicismo, especialmente como reacción al mundo moderno, lo cual le llevó a su vez a ser un furibundo crítico de la jerarquía del catolicismo político y de algún papa.

Escandalizó con sus novelas El desesperado (1886) y La mujer pobre (1897). Escribió también una importante obra ensayística, en la que destacan Exégesis de los lugares comunes (1902) y El peregrino de lo Absoluto (1910-1912).

Sus relatos fantásticos, recogidos en Sudor de sangre (1893) y en Historias desagradables, son modelos del género. Además publicó numerosos volúmenes de sus Diarios, en el que dejó un retrato apasionado de su mundo y una prosa llena de sorprendente intensidad.


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