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miércoles, 22 de enero de 2014

192.- ED. PLANETA PRESENTA "MATAR A PRIM", DE FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN. ENTREVISTAS CON EL AUTOR LUNES 3 DE FEBRERO.








En Matar a Prim, el criminólogo y periodista Pérez Abellán, pretende descubrir toda la verdad sobre este caso: el mayor misterio criminal de la historia de España, un asesinato jamás resuelto de forma oficial. Y lo hace a través de la crónica histórica y la investigación criminal con ingredientes propios de una gran novela negra.

En vísperas del bicentenario del nacimiento del general Prim y 143 años después de su muerte, la Comisión Prim, un equipo científico y criminólogo dirigido por Pérez Abellán, logró el permiso para desenterrar la momia y practicarle la autopsia. De sus conclusiones se desprende uno de los grandes, y controvertidos, hallazgos de esta investigación: Prim murió por estrangulación a lazo y no por infección de las heridas de bala después de tres días agonizantes, como asegura la hasta ahora versión oficial. Para el autor, ésta ha sido siempre una interpretación interesada e inventada por todos cuantos estuvieron implicados en el crimen. Lejos de llegar a una conclusión común, la polémica está servida.


«Como jefe de la investigación, afirmo sin ninguna duda que hemos resuelto el asesinato de Prim».
Francisco Pérez Abellán

Si quieres entrevistar al autor ponte en contacto con Laura Verdura en el teléfono 91 423 03 03 o manda un mail a lverdura@planeta.es        


El libro

El asesinato del general y jefe de gobierno Juan Prim en 1870 es el primero de los grandes magnicidios de la historia de España, y quizá el mayor misterio criminal que este país haya vivido jamás. Un asesinato jamás resuelto oficialmente hasta ahora: el caso se cerró en falso unos años después de los hechos, cuando Alfonso XII se casó con la hija de uno de los principales artífices, el duque de Montpensier, Antonio de Orleáns. Sólo los avances tecnológicos del siglo XXI y el empeño  de un grupo de investigadores por descubrir la verdad han hecho posible que este crimen se haya resuelto finalmente.

En vísperas del bicentenario del nacimiento de Prim, que se cumple este 2014, se formó la Comisión Universitaria Prim de Investigación, presidida por el autor de este libro, Francisco Pérez Abellán. Se trata de una institución voluntaria y altruista, multidisciplinar, sin ánimo de lucro, compuesta de modo libre y voluntario por profesores y doctores, cuyo objetivo siempre ha sido la verdad y nada más que la verdad, y esclarecer por fin el magnicidio que cambió el rumbo de la Historia de España. La investigación llevada a cabo por la Comisión ha aportado conclusiones absolutamente novedosas (la más llamativa es que Prim, tras ser tiroteado, fue rematado por estrangulamiento a lazo) y controvertidas, pues la idea de fondo es que siempre se ha mentido sobre el caso, y que la versión oficial, según la cual Prim habría permanecido tres días agonizante y habría muerto a causa de la infección de las heridas de bala, fue siempre una versión interesada e inventada por todos cuantos estuvieron implicados en el crimen. No se puede precisar la data de la muerte pero debió de producirse al poco de ser tiroteado.

Hasta el momento presente los resultados de tan novedosa investigación tienen que luchar, todavía hoy, contra el empeño en contra de sociedades secretas, que han intentado acabar con el sumario judicial, borrando y destruyendo sus páginas; asociaciones folklóricas de exaltación de la falsedad histórica, que pretenden dejar las cosas como estaban, como si no hubiera pasado nada; historiadores incapaces de consultar documentos de la época; escritores que recrean en la ficción la mentira urdida para maquillar el crimen y políticos que se resisten a aceptar la verdadera figura de Prim como el más valeroso de nuestros soldados y un patriota que llevó a sus voluntarios a morir por la bandera  de la patria.

Prim, a pesar de los ignorantes que combaten su figura histórica, escribía casi a diario a su madre cartas en un rico castellano y murió por lo que creía un futuro mejor para todos los españoles. Hasta su muerte, todos los magnicidios, de Viriato a Julio Cesar o Abraham Lincoln, fueron artesanales, fruto de un lobo solitario. Al estilo de “mediocre actor mata a Lincoln por la espalda”, respaldado por un puñado de cómplices. Pero con Prim, el magnicidio se hace industria: se contratan todos los sicarios disponibles, se les paga mejor que nunca y se cubren todas las eventualidades. No hay escape ni itinerario por dónde huir. La complejidad de su magnicidio puede trasladarse al mismo asesinato de John Fitztgerald Kennedy.

Puede decirse que quienes mataron a Kennedy se inspiraron en la muerte de Prim. En el magnicidio de Dallas tampoco había escape y también hubo un cabeza de turco como Paúl y Angulo: Lee Harvey Oswald. Los asesinos de Kennedy, como los de Prim, se emplearon a fondo en disfrazar el crimen, hasta el punto de que el misterio continúa. Los francotiradores cubrieron todas las salidas. Kennedy no podía escapar. Y los cómplices se ocuparon de hacer desaparecer las pruebas.

La tesis principal de la Comisión, ampliamente desarrollada en este libro, es que todos los magnicidios son fruto de una traición colectiva y que, en el caso del general Prim, incluso el jefe del Estado (el general Serrano, a la sazón regente) estaba involucrado en el crimen, como lo señalan una cadena de modernos y poderosos autores (Oliver Bertrand, José Andrés Rueda Vicente, Pere Anguera, José María Fontana) de los que somos deudores, y lo adelanta ya en el prólogo el secretario general de la Comisión Prim, Miguel Ángel Almodóvar.

Si el asesinato y las mentiras sobre el caso Prim cambiaron la Historia de España, todo lo que la Comisión ha descubierto arroja nueva luz sobre el pasado, presente y futuro de este país. No en vano Francisco Pérez Abellán ha enviado un mensaje a S. M. el rey— que podemos encontrar reproducido al inicio del libro— informándole de que, contra lo que algunos obstinados sostienen, se ha comprobado por primera vez de forma científica que la línea legitimista representada por su bisabuelo Alfonso XII no tuvo nada que ver en el asesinato, que lo cometieron enemigos feroces de los Borbones alfonsinos y que, como en su día afirmó Pedrol Ríus, queda confirmado que «la venida de don Alfonso y la gran obra de la Restauración están limpias de toda salpicadura de la sangre de Prim». 

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