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Considerado uno de los fundadores de las vanguardias, el ecuatoriano es uno de los mayores innovadores de la literatura latinoamericana del s. XX.
Antiliteraria, rupturista, juguetona, antirromántica, irreverente, sarcástica… la escritura de Pablo Palacio (Loja, 1906-Guayaquil, 1947) entra como un ventarrón para hacer tambalear el anquilosado edificio de la literatura de su tiempo, dominada por el realismo y el indigenismo. Lo empujaba el mismo espíritu vanguardista e iconoclasta que a otros creadores de los años 20 en tierras americanas (Macedonio, Huidobro, Arlt, Felisberto…) y en el resto del del mundo (figuras de la talla de Joyce, Beckett, Kafka y todos los cultivadores de los «ismos» europeos).
Considerado una “anomalía” en su época, redescubierto en las últimas décadas, en Pablo Palacio está el origen de la literatura contemporánea de América Latina.
Su obra da cabida a locos, marginados en las modernas urbes del siglo XX –esclavas de la novedad y de la endeble opinión pública–, obsesivos, deformes o enfermos; incluso a las figuras criminales de pederastas o antropófagos, y a personajes tan difíciles de concebir como «la doble y única mujer». Con ellos, lleva la deshumanización, la parodia y la provocación hasta cínicos extremos que causan en el lector perplejidad y un gozoso asombro.
Como señala el crítico mexicano Christopher Domínguez en el prólogo que abre esta edición, Palacio comparte con Samuel Beckett «la misma disposición escénica a representar lo irrepresentable en los términos del viejo realismo». Algo que encontramos tanto en Un hombre muerto a puntapiés, de 1927 –por primera vez editado en España–, como en los relatos que publicó en revistas entre 1921 y 1930, cuya recopilación completa recoge este libro.
«Raro entre los raros. Pablo Palacio, formidable y extraño escritor… Me confieso fascinado ante este extraño vanguardista que tuvo que luchar con la incomprensión casi total de sus contemporáneos», Enrique Vila-Matas.
«Una extraña obra maestra», César Aira.
«Su lectura nos sigue enseñando que la literatura es el terreno de la libertad, de la disensión», Leonardo Valencia
Pablo Palacio nació el 25 de enero de 1906 en la ciudad de Loja (Ecuador). En 1926 se afilia al Partido Socialista y se suma a la Sociedad de Estudios Sociológicos. En 1931 se doctora en Jurisprudencia por la Universidad Central. Allí ejercerá como profesor de Filosofía y Literatura. En 1932 es nombrado subsecretario de Educación y en 1938 es elegido secretario del Instituto Ecuatoriano-Mexicano de Cultura y también secretario segundo de la Asamblea Nacional Constituyente.
Escribió desde niño: en 1920 publica su primer poema y al año siguiente logra un accésit en los Juegos Florales de Loja con su cuento «El huerfanito». En 1927 se edita su libro de cuentos Un hombre muerto a puntapiés y la novela Débora. Estos libros lo convirtieron en el autor joven más controvertido y admirado entre la intelectualidad de su tiempo. Siguió publicando relatos en revistas y en 1932 aparece Vida del ahorcado (novela subjetiva). A lo largo de su vida escribió poemas y ensayos de temática filosófica y jurídica, además realizó la traducción de los textos de Heráclito.
Se casa en 1937 con la escultora Carmen Palacios y tiene dos hijos. En 1940 comienza a sufrir trastornos mentales y pronto se declara su locura. Morirá el día 7 de enero de 1947 en el Hospital Luis Vernaza de Guayaquil.
«Palacio es un adelantado ante la tradición europea y norteamericana que tuvo influencia en los escritores hispanoamericanos […] ostentó las exploraciones de la memoria (Proust), la virtuosidad lingüística (Joyce); como la lógica onírica de Eliot y Kafka, escritores que estaban “en el aire” a fines de los años veinte como él», Wilfrido Corral.
«Borges decía que en el pasado inventamos a los precursores de nuestra obra. Me atrevo a dar una vuelta de tuerca y sostengo que Pablo Palacio inventó a sus precursores en el futuro. Allí radica su importancia. Concretamente, me refiero a Julio Cortázar. Gracias a Cortázar podemos apreciar la obra singular del ecuatoriano», Iván Oñate.
«A la luz de las injusticias del pasado, Pablo Palacio es hoy uno de los mayores innovadores de la literatura latinoamericana del siglo XX», Miguel Antonio. Chávez
«Tras el discurso de Palacio se perciben los ecos del cuento de horror de Poe, de la maestría del relato de Maupassant, el humor del Pirandello cuentista», Teresita Mauro.
YANKO MOLINA RUEDA (Quito, 1975). Editor, narrador y crítico. Estudió Literatura en la Universidad Católica del Ecuador y Lexicografía en la RAE, en Madrid. Ha realizado diversas antologías de literatura ecuatoriana. Es autor del libro de cuentos Objetos frágiles (Quito, 2010).
UN HOMBRE MUERTO A PUNTAPIÉS
Y RELATOS DISPERSOS (1921-1930)
Pablo Palacio
Edición de Yanko Molina Rueda
Prólogo de Christopher Domínguez Michael
Colección Las eras imaginarias. Cuentos.
Rústica con solapas. 140 x 210 mm
184 páginas
PVP: 12,95 euros
ISBN: 978-84-92720-08-8
Prensa: María Moreno
VEINTISIETE LETRAS
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