Enrique Cortez ha escrito un libro breve pero intenso; una nouvelle que, en diecisiete capítulos, muestra una historia imbricada en detalles –aristas, quiebres, matices– y prolija en referencias muy diversas. Esta entrega convierte oficialmente a Cortez en un escritor. ¿Cuesta tanto decir simplemente escritor y vencer la amenaza del adjetivo para ser más sustancial, o sea, menos accesorio? Sin duda, es muy fácil evitar las etiquetas “joven narrador” y “promesa literaria” cuando se lee una obra compuesta con honestidad e ingenio. Esta publicada por la editorial Mundo Ajeno de Lima en este 2007.
La Felicidad de los muertos