LA CONDICIÓN ANIMAL
Autora: Valeria Correa Fiz
Editorial: Páginas de Espuma
Nº de páginas: 168
Autora: Valeria Correa Fiz
Editorial: Páginas de Espuma
Nº de páginas: 168
Por Eduardo Cruz Acillona
Decía el griego Sófocles (y perdón
que me remita a los clásicos así, desde el principio, y sin avisar) que la obra
humana más bella es la de ser útil al prójimo. Bendito deseo y generosa
fotografía del potencial del ser humano, sobre todo viniendo de alguien
calificado como poeta trágico. Tuvieron que pasar dos siglos para que llegara
el autor de comedias latino Plauto (quién si no, mas que un autor de comedias)
para enmendarle la plana y hacernos ver que el hombre es un lobo para el
hombre.
Más cerca de Plauto que de Sófocles,
Valeria Correa Fiz rasga las vestiduras del ser humano, lo desnuda de
convenciones universales y, en este su primer libro de relatos, nos muestra sin
artificios ni anestesia al lobo que llevamos dentro.
Duele verse reflejado en este espejo.
Avergüenza reconocer que todos estamos hechos de la misma pasta que los
personajes que pueblan las páginas de La condición animal, como esa joven cuya
forma de mirar parece un alarido (Una casa en las afueras), el chico humillado
por todos sus compañeros por no haber tenido aún una relación sexual (La vida
interior de los probadores), la chica enferma que piensa que la venganza es un
plato que se come frío y, sobre todo, en grandes cantidades (Regreso a
Villard), el guionista que baja a los infiernos para buscar allí la inspiración
perdida (Deriva), etc
Son relatos habitados por monstruos
terrenales, por terrores cotidianos, esos a los que damos la espalda cuando
ocupan los titulares de los informativos bajo el aséptico epígrafe de Sucesos
cuando no de Política o Economía.
Refuerza más ese primitivismo en la
conducta cuando los relatos están ordenados y clasificados en cuatro grupos:
Tierra, Aire, Fuego y Agua. Los cuatro elementos fundamentales, básicos de la
materia. No hay, pues, espacio para esos convencionalismos que nos dota la
condición de humanos como el sentido común, la educación, el perdón, etc
La condición animal es un espejo poco
favorecedor de la condición humana. Y la autora no le permite concesiones ni
treguas al lector salvo, quizás, en el relato Nostalgia de la morgue,
curiosamente el más extenso, donde el amor triunfa sobre el dolor y uno llega a
reconciliarse con uno mismo y con el prójimo. En contraposición, El mensajero,
curiosamente el relato más corto, es de una amargura tan terrible que se
necesita más de una página en blanco después para recobrar el aliento y poder
seguir leyendo.
Estamos ante el debut de una autora
que podríamos calificar de sorprendente si no apareciera bajo el cuño de
Páginas de Espuma, editorial que, año tras año, nos regala el feliz
descubrimiento de un autor novel en ese terreno de juego literario tan
complicado como es el relato breve.
No deberían no leer La condición
animal. Pero prepárense a descubrir que cualquiera de nosotros puede levantarse
un día convertido en Sí, La metamorfosis. Sí, Kafka. Porque los animales que
nos habitan en el interior también tienen pesadillas.
ENTREVISTA A VALERIA CORREA FIZ
Escribir es mi forma de pensar y de
pensarme
Debut literario, nada menos que en
Páginas de Espuma, y poniendo patas arriba nuestras convicciones morales y
colocando el adjetivo presuntos a lo que siempre hemos pensado que somos: seres
civilizados.
Me siento muy afortunada, muy feliz de integrar el catálogo de Páginas de Espuma.
Me siento muy afortunada, muy feliz de integrar el catálogo de Páginas de Espuma.
En relación con la segunda parte de
la pregunta, me gusta pensar que la literatura sirve para cuestionar nuestras
convicciones, para obligarnos a hacernos preguntas; un libro debería ser un
hacha que quiebre el mar helado dentro de nosotros, decía Kafka. Si La
condición animal puede contribuir mínimamente a ello, me siento satisfecha.
¿Es este libro la cara oculta de La condición humana de Malraux?
La condición humana, de Malraux, es
una excelente novela que sucede en un contexto histórico-político muy
específico del que La condición animal está muy alejado.
La condición animal está integrada
por doce relatos bastante diferentes entre sí, algunos son de corte realista,
otros de naturaleza más fantástica; el libro está concebido con un fuerte
sentido de unidad y ordenado bajo una estructura fuerte. Todos los cuentos se
acercan a algún costado oscuro del ser humano, para conducirnos hasta nuestros
propios miedos, inseguridades y temblores, para explorar cuándo somos capaces
del amor y la ternura, cuándo del odio y el rechazo.
Si leer estos relatos duele, ¿desde dónde se escriben? ¿también
desde el dolor, quizás desde la necesidad de la defensa propia ante lo que nos
rodea?
La escritura es para mí un itinerario
de exploración y de aprendizaje. Escribir es mi forma de pensar y de pensarme.
Creo que detrás de todo trabajo artístico hay algo que nos atañe personalmente,
no quiero decir autobiográfico pero sí que tiene que ver con nuestras
preocupaciones, un componente vital. La preguntas vinculadas con la naturaleza
del mal o su procedencia están muy vinculadas a las historias que integran La
condición animal, y son cuestiones que a mí me interesan particularmente y hace
muchos años.
Todos los relatos conservan parecida extensión salvo dos de
ellos. Contrasta la crudeza del más breve, apenas unos párrafos, (El mensajero)
con las cuarenta páginas llenas de ternura de Nostalgia de la morgue. ¿Ha sido
algo intencionado?
Entiendo que el fondo determina la
forma. O así debería serlo, al menos. La historia que se cuenta en El mensajero
tiene que ver con una revelación, con una epifanía siniestra, macabra; de ahí
la brevedad del relato, igual a la del rayo que aparece desapareciendo.
Nostalgia de la morgue es un relato moroso, porque se habla de la enfermedad,
de la espera, la esperanza de encontrar la cura y de la (im)posibilidad del
amor. Todos estos temas exigen paciencia y lentitud que se manifiestan en la
longitud y velocidad de este relato.
Hay dos características del ser humano reflejadas en sus
cuentos. Por un lado está la violencia irracional, valga la redundancia, y, por
otro, esa inevitable fragilidad ante nuestros propios temores. ¿Pertenecen
ambas a nuestra condición animal o se nutren de convenciones aprendidas? ¿Y
cómo se trabaja sobre ellas para plasmarlas en el argumento del relato?
No me atrevería a dar una respuesta
concluyente respecto de la primera pregunta. Sí creo que parte de nuestra
fragilidad deriva de nuestra conciencia de la muerte, de sabernos expuestos y a
merced de muchos males.
En relación al modo de trabajar la
violencia y la fragilidad ante nuestros temores en una misma historia, creo que
existe una relación dialógica entre el mal cometido por un hombre y el
sufrimiento padecido por otro. No ha sido muy difícil, por tanto, concebir
historias que basculen entre esos dos polos.
Además de Kafka, en alguno de cuyos textos la condición animal
respira protagonismo, ¿qué otros autores están detrás de este libro?
Espero que haya muchos autores en
estos relatos: soy leal al vicio de leer. Leer es una actividad más civil que
escribir, le gustaba decir a Borges.
Las invasiones es un cuento que tiene
cierta impronta cortazariana, a mi juicio, en lo que hace al manejo del tiempo.
Leviatán, un relato que trata el tema de los desaparecidos en Argentina, tiene
algunas criaturas marinas que podrían recordar a Lovecraft. También, estimo,
que hay influencias del mundo del cine: Una casa en las afueras, por ejemplo,
busca recrear cierta atmósfera angustiosa de las películas de Haneke. Hay
quienes han visto en Criaturas algún parentesco con Los pájaros, de Hitchcock.
El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma
piedra, cabreado tira la piedra y esconde la mano. ¿Podría esta cita
improvisada acompañar a la de Juan José Saer que abre su libro?
El hombre es un animal que tropieza
tres, cuatro y todas las ocasiones que se le presenten con la misma piedra. En
cuanto a la segunda parte de la cita, creo que es más doloroso tirar la piedra
y esconder el corazón.
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