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jueves, 31 de marzo de 2016

7.- ADAN KOVACSICS, SOBRE IMRE KERTÉSZ







Hoy 31 de marzo de 2016, a las cuatro de la madrugada, falleció Imre Kertész, premio Nobel de Literatura 2002. Resulta imposible plasmar en pocas palabras todo el significado de la obra de este autor, uno de los más grandes de las letras húngaras del siglo XX y del actual. Como también es imposible describir en pocas líneas lo que ha significado como persona, como escritor y pensador, para su traductor al español. Los últimos años de Imre Kertész fueron de enorme dificultad, la enfermedad de Parkinson había hecho mella en su cuerpo, en su mente, en su alma, aunque él se aferraba a la vida y, en particular, a lo que había sido el contenido esencial de su vida, la literatura. En enero todavía estaba trabajando con su colaborador Zoltán Hafner en la recopilación de sus apuntes de los años noventa.


La obra de Kertész es esencial para comprender al ser humano del siglo XX y del actual. Cuando se publicó Sin destino en 1975, la novela pasó inadvertida. Inadvertida precisamente por la radicalidad de su visión, porque era intolerable, se alejaba de las grandes palabras, describía la expropiación del destino propio del individuo, su conversión en destino de masas, «el despojamiento de la sustancia más humana del hombre» en los campos de exterminio en particular y en el totalitarismo en general. En el célebre final de la novela, el protagonista, el adolescente judío Gyuri Köves, regresa a Budapest tras su paso por los campos y se topa con la incomprensión: su lenguaje no es el mismo, sus sentimientos no son los mismos, sus sensaciones no son las mismas que los de la gente que se ha quedado. Los tópicos con los que lo reciben no tienen nada que ver con su experiencia. Y él insiste en que sus palabras reflejen la experiencia. Lo mismo hará también Kertész en sus libros. Esa es la perspectiva existencial, iluminadora y aterradora de su obra. En Fiasco, el narrador se define como «un miembro modestamente aplicado, de comportamiento no siempre intachable, de la tácita conspiración urdida contra mi vida.»


Nuestra época, la del ser humano funcional y sustituible, la de la sociedad de masas y del Estado moderno, lleva implícita la posibilidad del totalitarismo y, por tanto, de Auschwitz. Y aquí se encuentra otro de los puntos que hacen de la obra de Kertész algo singular: la consideración del significado del Holocausto como mito universal y como cultura. En Diario de la galera escribe: «Auschwitz, y lo que forma parte de ello (¿y qué no forma parte de ello hoy en día?), es el trauma más grande del hombre europeo desde la cruz...». En los años noventa se percibía en sus escritos y ensayos cierta confianza en el influjo catártico de la experiencia del Holocausto, cierta confianza en Europa e incluso en que su país, Hungría, se acercara a las democracias de corte occidental. Confiaba en el mito de Auschwitz como eje ético para crear una nueva cultura europea y universal. No obstante, al mismo tiempo constataba que el fondo nada había ocurrido de verdad, seriamente, que hiciera imposible otro Holocausto en el futuro.


En estos días, Acantilado publicará en español el hasta ahora último libro de Imre Kertész. Se titula La última posada. Es el libro de su vejez. Su intención era escribir una obra sobre la senectud, una novela inspirada en los cuadros postreros de William Turner o en los últimos cuartetos de Beethoven. La última posada plasma ese intento, el esfuerzo, las dudas y también el fracaso. Se lo impidió, entre otras cosas, la enfermedad que fue creciendo, el Parkinson que se le diagnosticó hace más de quince años.

                                                                                                                                                                                                        ADAN KOVACSICS

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Jim & jhon