OONA Y
SALINGER
Autor.- Fréderic
Beigbeder
Editorial.-
Anagrama, 2016
Nº Páginas
296
El escritor J. D. Salinger y Oona
O’Neill, hija del dramaturgo Eugene O’Neill, mantuvieron una relación
sentimental entre 1940 y 1941 que terminó cuando él partió a la guerra y ella a
los pocos meses conoció a quien sería su marido, Charles Chaplin. Hasta aquí
los únicos hechos comprobados que sustentan el argumento de Oona y Salinger, la novela de no
ficción, o facción, como defiende el
autor, que ha escrito el novelista francés Fréderic Beigbeder. Las
conversaciones, los encuentros y sobre todo las cartas que se intercambian los
dos amantes se deben cargar a la imaginación de un escritor obsesionado por
desentrañar la niebla sobre una relación que considera clave para entender una
obra tan poliédrica como El guardián
entre el centeno, el evangelio de quienes reniegan de la madurez y el orden
social, y apuestan por vivir en el mundo de las ilusiones juveniles. La
decisión de convertirse en alguien adulto y asumir responsabilidades frente a
la eterna juventud es el tema profundo de este libro psicológico que, pese a su
título, huye de lo frívolo.
Fréderic Beigbeder arranca su
escritura relatando su propia gerontofobia y los problemas que tuvo durante la
década pasada para asumir su edad. Esta actitud lo emparenta emocionalmente con
los seguidores de Holden Caulfield, la legión de inadaptados que desde la
publicación en 1951 de El guardián entre
el centeno han visto en el protagonista de la ficción de Salinger el
paradigma de la defensa de la eterna infancia y la insatisfacción que provoca
el orden en las sociedades desarrolladas. Su obsesión por la obra de Salinger
lleva a Beigbeder a reconstruir la historia de amor frustrada que vivió durante
unos pocos meses con Oona O’Neill, la hija de un dramaturgo traumatizado
precisamente por la responsabilidad paterna, y más tarde la esposa del
personaje eternamente despreocupado, Charlot.
Sobre las mesas del exclusivo Stork
Club de Nueva York en 1940, donde se entrecruzan Orson Welles, Truman Capote y
el trío de heredas ricas, jóvenes y famosas compuesto por Gloria Vanderbilt,
Carol Marcus y la propia Oona O’Neill, empieza una historia de amor adolescente
entre el aún contradictorio e inseguro Jerome David Salinger, que se hace
llamar Jerry y acepta con naturalidad los peajes sociales, y la hija de Eugene
O’Neill. Salinger experimenta los sentimientos asociados al extásis amoroso y
también el dolor de constatar que no puede retener a su lado a una persona
frívola e insegura que busca compensación emocional por una figura paterna
ausente. Beigbeder defiende que buena parte de los relatos del joven Salinger
publicados en periódicos y revistas estadounidenses, y nunca reeditados, se
alimentan de esta relación imposible en la que se establece una lucha entre el
ansia de seguridad y la conformidad con una vida estable, representada por
Oona, y el riesgo que supone alistarse voluntario en una guerra y descubrir el
horror del Holocausto nazi, que lo puede convertir a uno en un escéptico
anacoreta de la condición humana. Salinger-Caulfield rechaza todo lo que a raíz
de la boda con el multimillonario Chaplin representa su ex novia, y ella
desdeña con fina ironía el mundo interior y fantástico en el que vive Salinger,
aunque a veces sus papeles se intercambien y cada cual, a su manera, aspire a
lo que el otro representa.
Esta lucha se refleja en las cartas
ficiticias de Salinger a Oona , inspiradas en las que debieron existir
realmente y que se guardan celosamente en el archivo familiar, sin lugar a
dudas la parte más conseguida de la novela. En ellas el joven escritor, que se
codea con Ernerst Hemingway, desgrana sus ideas sobre los sentimientos que le
provoca pensar en la seguridad que Oona tiene junto a su marido en California,
mientras que él chapotea en un frente donde ha descubierto cadáveres hechos
cenizas y su idealismo juvenil se ha visto masacrado por la realidad sucia de
la muerte en combate. Beigbeder subraya estos momentos con apuntes personales
sobre la guerra y su pesimista convicción de que otro conflicto se fragua en
las actuales sociedades occidentales.
Las cartas inventadas de Salinger se
permiten también frivolizar con la situación sentimental de una Oona y un
Chaplin que se llevan demasiados años de diferencia, más de treinta, y donde,
además de algunos comentarios sucios sobre vejez y problemas de próstata, se
mezclan sentimientos sobre la supuesta
falta de valor y hombría del actor y director para ir a la guerra. El oculto y
enigmático Salinger se nos revela en estas páginas como un personaje
temperamental, atado a las pulsiones humanas más básicas, dolido por una mujer
que no ha sabido comprender ni esperar al idealista que vive en él; alguien que
puede soñar a dónde irán los patos de Central Park en invierno, pero que
también se hace cargo de sus compañeros de combate y afronta sus
responsabilidades militares. Por otra parte, es verdad que Oona se ha casado
con una de las personas más ricas, influyentes y famosas del mundo, pero
también es cierto que lo ha hecho con un artista singular, conocido por interpretar
a un sensible vagabundo. Inmadurez y vida adulta luchan una y otra vez en el
corazón de esta novela.
La voz de Beigbeder, que interrumpe la
narración con notas y apuntes personales, culmina su facción admitiendo que vive en él un hombre inmaduro, e insatisfecho,
pero que esa inmadurez puede conciliarse al mismo tiempo con la sensatez, el
amor fiel y las ventajas que ofrecen los años.
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