por Luis García
Luis Mateo Díez, ha
vuelto al Celama, mítico territorio en el que se desarrolla casi toda su
obra, y le ha otorgado rango de Reino. Y ha vuelto de una forma un tanto
sigilosa, de puntillas por aquello de no despertar a sus personajes. No cabe
duda que "La ruina de
cielo" , "El
espíritu del Páramo" y "El oscurecer" ,
configuran por separado uno de los desafíos narrativos más apasionantes de los
últimos años de las letras españolas, pero juntas, algo que se nos presenta ahora
en forma de Antología bajo el título de "El Reino de Celama" alcanzan su verdadera dimensión.
Las tres obras que conforman el volumen, más un pequeño apéndice con plano
incluido del mítico territorio presuntamente dibujado por uno de sus
personajes, Ismael Cuende, a la sazón médico del pueblo y quien se encargara de
construir un censo de los muertos del pueblo en "La Ruina del Cielo", es la
historia de una comarca y por extensión de toda la humanidad. Porque entre sus
páginas se concentra casi todo cuanto le puede acontecer a un individuo, a una
familia o a una generación. Celama resulta ser la consolidación de una forma de
entender y de ver la literatura cuyos contenidos temáticos trascienden lo
cotidiano, porque dentro del mundo narrativo de Luis Mateo Díez, si no hubiera
existido posiblemente habría habido que inventarla. Y eso, ni más ni menos, es
a lo que se ha dedicado en los últimos años el autor. Celama, como la Comala de
Rulfo, o Macondo de Gabo, son lugares de regreso para unos y de huida para
otros. Obra cargada de simbolismos, "El Reino de Celama" invita a la reflexión sobre la
inoportunidad del ocaso y deja ver la ascendencia de una literatura que apela a
envejecer con dignidad, esto es, una literatura atemporal. Bueno es, recordar con motivo del
reciente estreno cinematográfico de El desafío, recordar el libro “Alcanzar
las nubes”, editado por Alpha Decay, que pasara desapercibido en su
momento y que sería aconsejable su reedición. Son dos los momentos en los que
la historia nos ha dado la imagen de los neoyorquinos contemplando con estupor
desde el suelo la altura de las Torres Gemelas: una de ellas es,
desgraciadamente, cuando el 11 de septiembre del 2001 dos aviones se estrellaron
contra ellas. Otra, mucho más lúdica que la anterior, cuando el
artista-funámbulo Philippe Petit las cruzó sobre un cable tendido previamente
por él mismo el 7 de Agosto de 1974. Alcanzar las nubes, narra
precisamente como fue ese día, los prolegómenos y las consecuencias de un acto
de locura, de rebeldía o posiblemente de ambas cosas a partes iguales. Las
fotografías que ilustran el libro son tan espectaculares como debió ser el
hecho mismo de cruzar de una torre a otra: basta contemplar la de la página
287, cuando un avión las sobrevuela con el funambulista a sus pies. Triste
presagio de lo que habría de acontecer 17 años después. Dice Philippe Petit que cuando se propuso
escribir Alcanzar las nubes volvió a sentirse como aquel joven arbóreo que se olvidaba de comer, que era presa del miedo,
y volvió a revivir la aventura del World Trade Center. De ahí su lamento
por su ausencia, de ahí su esperanza por verlas de nuevo sobre el cielo de
Nueva York. Aunque sea en la Gran Pantalla.
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