Un
tapiz de historias entrelazadas en una ventosa noche de mar embravecido y
afilados acantilados en los confines de la Costa da Morte. Un inhóspito y
desangelado paraje llamado, por alguna de esas curiosas ironías de la
toponimia, Punta Caliente, en el que la humedad, el frío y la inclemencia
gobiernan todo el año. Un paisaje cuidadosamente diseñado por Víctor del
Árbol que, a la manera del célebre Macondo de García Márquez, no funciona
simplemente como un personaje más de la novela, sino como una amplificación
climática y tridimensional de las emociones y estados de alma de sus
personajes.
Vidas
que parecían ya rotas o hipotecadas de antemano por los fantasmas, las
ausencias y las heridas imborrables del pasado. Sin embargo, para algunos
dueños de esas vidas quizá haya –en esa noche concreta del jueves 19 de
agosto de 2010 En víspera de casi todo– una segunda oportunidad. Una opción
para corregir el rumbo y seguir adelante o volver a empezar, pese los
errores cometidos, las fatalidades y los azares de un destino cruel, si
acaso saben asumir con valentía su propia identidad, en la encrucijada de
lo que cada uno realmente es y lo que quiso algún día ser.
De
eso trata la nueva novela de Víctor del Árbol, En víspera de casi todo,
ganadora del prestigioso Premio Nadal 2016, y de allí su título. Una obra
tan ambiciosa como lograda en la que cabe todo: el dolor, la locura, el
coraje, el amor, la violencia, la esperanza… Una obra que revela a un autor
de estilo inconfundible en su plena madurez, capaz de emocionar al lector,
cuestionarlo y a la vez mantenerlo en vilo.
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Una
magistral novela sobre el destino, la identidad, los fantasmas del pasado
y el coraje de corregir el rumbo y volver a empezar
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En
lo que ya parece una marca de la casa, porque le sacó el máximo rédito en
anteriores novelas como las celebradas La tristeza del samurái, Respirar
por la herida o Un millón de gotas, De Árbol echa mano sin
prejuicios de las técnicas y procedimientos de los distintos géneros para
crear una suerte de novela híbrida o mestiza que tiene tanto el ritmo de un
thriller de suspenso o los mecanismos atrapantes del género negro
como la profundidad de la novela psicológica o la respiración y el alcance
de la gran épica.
Pero
en este caso, quizá la particularidad de En víspera de casi todo sea
la extraordinaria generosidad con la que el narrador barcelonés trata a
cada uno de los personajes y a sus respectivas historias en balanceado
equilibrio, para conformar una suerte de novela coral en el sentido
original del término. Y ello hasta tal punto que resulta difícil
identificar a un protagonista y una historia central. En víspera de casi
todo tiene al menos tres que avanzan y retroceden en un sutil
contrapunto espacial y temporal desde la gallega Costa da Morte en el
verano de 2010 y Málaga tres años antes hasta la Argentina de los años de
plomo de la dictadura o la Alemania de la década del 60.
Por
un lado tenemos la historia de Paola, una misteriosa mujer que llega a la
costa gallega en un lujoso Mercedes descapotable de colección huyendo de un
pasado lacerante. Atrás queda, en su otra vida en la que se llamaba Eva
Malher, una vida acomodada en Málaga como rica heredera de un imperio
empresarial, pero también un esposo de origen alemán al que no ama, la
dolorosa pérdida de una hija asesinada y un camino de autodestrucción
plagado de drogas y promiscuidad.
Obsesionada
por retratar manos, Paola quiso en su juventud convertirse en fotógrafa,
pero ahora sólo aspira a rehacerse de su propia ruina. Y eso intenta como
huésped en la casa de Dolores, una introspectiva emigrada portuguesa con la
que comparte muchos más pesares de los que sospecha. Pero la atracción que
siente por Daniel, un joven muchacho que ha perdido a sus padres y a su hermano
mayor en un incendio, quizá la exponga a nuevos peligros.
Por
otro lado, la historia de Paola se cruza con la de Germinal Ibarra, un
inspector de policía desengañado que conoció su minuto de gloria al
resolver tres años antes el sonado caso del asesinato de la pequeña Amanda,
la hija que Paola tuvo en su anterior vida como Eva Malher. Pero aunque
muchos lo consideren un héroe, Germinal sabe que no lo es, torturado por la
conciencia de una culpa que no le da tregua. Por eso pide el traslado a La
Coruña en búsqueda de un lugar apartado y de un próximo retiro. Un lugar
donde refugiarse de sus propios errores, pero el destino lo llevará sin
siquiera proponérselo a resolver otros dos casos de asesinato en la misma
noche.
Muertes
de las que el policía cree, quizá erróneamente, esté implicado Mauricio, el
abuelo de Daniel, un viejo sombrerero argentino al que no queda otra
familia más que el muchacho ni nada por qué luchar, a excepción de unos
poemas de Gelman, cierta vieja sed de justicia que no lo abandona y su
empecinada trinchera contra el olvido. El imperdonable olvido de los
desaparecidos de la feroz dictadura argentina entre los que se cuenta su
compañera La Pecosa. O incluso el inmerecido olvido de los rostro y las
señas de torturadores y asesinos que aún siguen en libertad, por el injusto
sosiego en su vejez que ello les comporta, como es el caso de su viejo
amigo de infancia Oliverio Pellegrini, con el que también compartió años de
juventud en Alemania, y que acabó haciendo una meritoria y atroz carrera en
la infame Escuela de Mecánica de la Armada, verdadero epicentro del
horror.
Del
Árbol da vida a todas esas historias –y a unas cuantas más– truncadas por
el dolor, el crimen y la fatalidad (sin escatimar la dosis justa de
compasión por aquellos que se la merecen y otra imprescindible dosis de
esperanza) entretejiéndolas con maestría en un abigarrado tapiz, cuyos
delgados primeros hilos son los de una disimulada e involuntaria
investigación policial. La que lleva a cabo Germinal Ibarra sin pretenderlo
cuando una mujer, víctima de una brutal paliza, a la que en un primer
momento no reconoce, lo reclama una noche desde una cama de un hospital de
La Coruña.
Los personajes
principales
Germial
Ibarra. Policía
un tanto depresivo y descreído de todo que en sus días malos se introduce
el caño de la pistola en la boca e intenta con todo su empeño apretar el
gatillo y en los buenos, sueña con realizar algún tipo de actividad
artística que de veras lo realice. El amor de su mujer Carmela no le basta
para contrarrestar el malestar que le provoca la enfermedad de su hijo
Samuel, que padece el raro en incurable síndrome de Williams, la cíclica
resaca de cierto traumático episodio de infancia y, sobre todo, la tortuosa
culpa que siente por haber matado al asesino de la Amanda, crimen del que
se libró gracias al encubrimiento del abuelo de la pequeña, el poderoso
empresario Esteban Malher.
Paola/Eva
Malher. Desde que
fotografió las supuestas manos del Che Guevara en una aldea fronteriza
boliviana cuando era joven, las colecciona con su cámara. Está convencida
de que revelan más de la personalidad de cada uno que cualquier otra parte
del cuerpo. Sin embargo, el mandato paterno de heredar el imperio familiar
malogró su vocación por la fotografía. Acabó casada con un hombre al que no
ama y el asesinato de su pequeña hija la empujó a un espiral
autodestructivo de consumo de drogas, sexo desenfrenado y abyección del que
casi no regresa. Las imborrables marcas de ese periodo, como el tatuaje de
un Grifo en el empeine o un piercing en el ombligo, aún la avergüenzan.
Mauricio.
De operario en
una cadena de montaje de Mercedes Benz en Alemania en su juventud a
sombrerero artesanal en la vejez hay una buena porción de dolorosos años en
los que penó en la cárcel bajo la dictadura argentina, perdió a su mujer
desaparecida por los militares y luego a su hijo, su nuera y su nieto mayor
en un incendio. Sólo le queda Daniel. Más que rencor o afán de venganza
contra el viejo amigo de infancia que se pasó al bando de los torturadores
y lo traicionó, el impulso que lo mueve es dar con la fosa común en donde
se encuentran los restos de su mujer.
Dolores. El gran error de su vida fue
casarse con un hombre 30 años mayor que ella que se creía un poeta maldito.
Lo abandonó en Portugal, emigró con su hija Martina a Galicia, e intentó
comenzar de nuevo, pero la muerte de Julio –el hermano mayor de Daniel, con
el que tenía una relación– y la inexplicable desaparición de su pequeña
hija la dejaron devastada. Antes era maestra de escuela, ahora anestesia
sus días con el alcohol y la marihuana, sólo la compañía de Mauricio acaso
la anime un poco.
Daniel. Con 17 años aún se orina en la
cama. Las humillaciones y el cruel maltrato de su padre en la primera
infancia, sumado al acoso escolar, le dejaron marcas indelebles en su
carácter. Retraído, tímido e inestable, fue internado en un hospital
psiquiátrico tras el incendio que acabó con su familia. Lugar del que lo
rescató su abuelo Mauricio venido de Argentina. Se refugia en la lectura y
en la soledad de la que quizá sólo lo pueda sacar la atracción que siente
por esa misteriosa forastera de mediana edad llamada Paola.
Martina.
Odia a su madre
–no se sabe muy bien por qué– a la que no ve desde su misteriosa
desaparición diez años atrás. Se esconde en la derruida casa del viejo
faro, al otro lado de la costa, donde hace extrañas esculturas en barro de
rostros sin ojos. Martina tiene mal carácter y reacciones violentas.
Completamente obsesionada por su antiguo compañero de juegos Daniel, lo
asedia día y noche, e incluso intenta introducirse en sus sueños para
recordarle cierto episodio en el acantilado una noche de nevada.
Algunas citas de
la obra…
“–Todos
tenemos nuestra historia, pero esencialmente me ciño a lo más razonable
para resolver el caso. Luego procuro olvidarme. –Ella sonríe como lo hacen
ciertos animales nocturnos, con cautela.”
“Martina
era como el aire borrascoso de estas tierras. Estaba ahí, te gustase o no,
y no quedaba más remedio que amarla u odiarla. Daniel había elegido
quererla, aunque hoy no le apeteciera secundar sus juegos.”
“–Tratamos
de huir de nuestro destino sin darnos cuenta que nos dirigimos hacia él
–concluye ella. Ibarra se encoge de hombros.”
“Jugamos
con los momentos sin ser conscientes de su fragilidad y, de repente,
acabamos rompiéndolos… Al menos así lo interpreto yo.”
“¿Quién
era ella realmente? ¿La que se mostraba o la que se ocultaba? Ambas habría
dicho Daniel –con esa sonrisa que era la pértiga con la que saltaba
cualquier dificultad–, aunque él no supiera nada de su otra vida.”
“–Usted
vino desde Buenos Aires para hacerse cargo de su único nieto. Y diría que
en este tiempo no se ha mimetizado excesivamente con el paisaje.”
“No
hay ningún perdón que pueda satisfacer tanto como la venganza. Pero para
cumplir con ella es necesario el coraje del recuerdo”.
“–No
nos separarán. Tú lo dijiste: estamos cosidos a la misma piel. Somos lo
mismo. Hace diez años, en el acantilado, nos convertimos en uno.”
“Todo
empieza donde otra cosa acaba. No sabe por qué le parece que esa es la
canción tranquila que trae el remanso de las olas. Deja que la espuma le
moje los pies. El sol brilla poderoso e invencible sobre la superficie
transparente del mar.”
La tristeza del
samurái
“Una novela impactante y sórdida que va más allá de
los códigos clásicos del thriller” Le Monde
“La tristeza del samurái reúne todos los ingredientes
de un thriller de calidad y también de una excelente novela”. Elle
“La tragedia es shakespeariana; la construcción,
digna de las mejores series americanas, compleja, sutil, manteniendo la
atención del lector en cada instante”. Télérama
“Esta es una muy buena novela; robusta, compleja,
llena de personajes inolvidables. Anímense a leerla, no defraudará”. Rojo
y Negro
“Víctor del Árbol ha sido todo un descubrimiento.»
Óscar López, Cadena Ser
“Pagarás el precio de caer atrapado en una espiral
cuya trama parece escrita por el mismo Faulkner”. The Dallas Morning News
“Víctor del Árbol ocupa un lugar muy especial en las
letras actuales”. El Mundo
Un millón de
gotas
“Víctor
del Árbol comienza su novela con el indisimulable magnetismo del mejor
thriller: esa mezcla de economía de medios, solidez narrativa y derroche de
efectos destinada a atrapar al lector en unos minutos”. Pablo Martínez
Zarracina, El Correo Español
“Esa
es su maestría, hacer del exceso literatura”. Lluís Fernández, La Razón
“Como
un delicioso milhojas, las novelas de Víctor del Árbol provocan múltiples
placeres, los del folletín, de la novela histórica, del thriller. Claire Devarrieux, Liberation
“Uno
de los mejores escritores noireuropeos. La impecable disposición de las
escenas, la grandeza trágica que siempre, al menos en algún momento, tienen
sus personajes, esos personajes femeninos, fuertes y frágiles a un tiempo,
y una escena inaugural absolutamente conmovedora”. Julie Malaure, Le Point
“Una
novela negra profunda y cautivadora”. Bernard Lehut, RTL
“La
complejidad de la intriga, la ambivalencia de los personajes, la densidad
de sus relaciones logran una novela que provoca admiración”. Philippe Lemaire, onlalu.com
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