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domingo, 20 de diciembre de 2015

Revista Literaturas Diciembre 2015 "TAMBOR DE ARRANQUE" Francisco Bitar





TAMBOR DE ARRANQUE
Francisco Bitar
Barcelona, Candaya, 2015; 112 págs.

por Pedro M. Domene

            La novela de Francisco Bitar (Santa Fe, Argentina, 1981), Tambor de arranque (2015), escenifica la historia de un fracaso, la de Leo e Isabel que viajan a un pueblo del interior de Santa Fe con la intención de comprar un coche usado, y ese acto tan anodino como simple significa la última oportunidad de salvar una relación en crisis, una posibilidad que no se concreta en las primeras páginas, pero que en su defección compensa a los personajes con un regalo: una perra, de nombre Doly, que vivirá con ellos un mes, el tiempo en que tardan en materializar su separación. La novela propone así la historia de una pareja que fracasa, y el modo en que un hombre y una mujer continuarán sus vidas después de la vida en común, y de esa extraña pérdida.       
            La brevedad del relato, se condensa y estructura con una voz que se alterna, en tercera y primera persona, al tiempo que superpone escenas y tiempos que configuran el puzzle en que acabará la historia contada por Bitar. A ese después y a la crónica de la desintegración de la pareja asiste como espectadora privilegiada su hija Sofía, y con este relato se muestran todos y cada uno de los deseos que sus personajes no llevan a cabo, o tal vez soslayan porque no se consideran importantes. Solo cuando esta separación se confirma, otras historias se conjugan para completar la visión que Bitar ha puesto en su literatura, la esperanza que el humano deposita en los objetos en general, y el sentimiento de desintegración individual que puede derivarse de toda una pérdida.
            La magia de la narrativa del argentino, su capacidad de entrelazar sus historias de una forma natural, recuerda a una concepción minimalista en secuencias narrativas que componen un cuadro, localizadas en un lugar y un espacio geográfico concreto, sin duda, el Santa Fe del narrador, y a unos ciento cincuenta kilómetros, en el viejo camino a San Jorge, y una vez allí incorpora innumerables detalles que componen las imágenes que nos transmite, propias de una visión decadente cuando ya se vislumbra  el final. Dos partes, y cuatro breves capítulos en cada una, convierten a este libro en una narración muy amena, cuya trama se amplia a diversos personajes que ofrecen perspectivas distintas, para que la tensión oscile entre lo colectivo y lo individual de los personajes. La vida tal y como discurre, con ese minimalismo que el autor se empeña en proyectar hasta convertirse en un espectador externo que mira, cuenta y deja sus historias al criterio del lector.  Cuando llegamos al final de la lectura de Tambor de arranque, las figuras se irán desdibujando ante esa situación que las domina y no sabemos si estamos ante auténticos personajes o circunstancias casuales. Tal vez la clave de todo sea ese deslumbramiento que provoca la sensación de estar leyendo algo que se inicia con la metáfora misma de su título, ese motor de arranque que como en el Taunus, que Isabel y Leo pretenden comprar, se muestra en todas sus ambiciones. Y todo se justifica porque Bitar da cuenta de la pérdida de todo un sentido vital en nuestra existencia, o de la levedad y de la fragilidad que, supuestamente, presupone el concepto pleno de nuestra vida; un libro que pese, siempre hay que matizar, a la brevedad de sus páginas logra crear desasosiego, y concreta las escenas que se van sucediendo en un estilo indirecto, tan sobrio que vislumbra cierta distancia, e incluso añade una pobreza material solo equiparada a la espiritual.
            Francisco Bitar establece así un curioso diálogo sobre la levedad de la vida, sobre la posibilidad de fijarnos en los detalles y en los gestos, con que explicar toda una escena. De ahí, también otro de sus grandes aciertos: la voz del narrador que mantiene la distancia, y en sus descripciones resulta muy gráfico, incluso perfectamente audiovisual que da lugar a planos y escenas que se superponen como si de una auténtica película se tratara.

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Jim & jhon